Hoy
regreso sobre un tema del cual escribí hace casi un año, comentario que titulé Una
pelea cubana ¿contra las barbies? El mismo abordaba mi preocupación por
una tendencia creciente, que amenazaba con enraizarse entre los más pequeños de
casa: la veneración por las producciones foráneas.
En aquella ocasión
recibí la crítica de algunos lectores y el agradecimiento de muchos. Sin
embargo, la muestra más bella de creatividad y de que cuando se quiere es
posible hacer grandes cosas, me llegó a través de mi padre, de manos de Luis
Octavio, artesano matancero al cual admiro, no solo por ser un fiel defensor de
la cubanía, sino por contribuir con su obra a que las nuevas generaciones se
identifiquen con ella.