lunes, 17 de marzo de 2014

Un Cocodrilo infiltrado en Pinar




Este fin de semana visité Pinar del Río, para asistir a uno de esos encuentros profesionales rápidos, que resultan atractivos por el disfrute de los maravillosos destellos de lo desconocido, que te permiten los descansos entre sesiones.

Era mi primera visita a la tierra de los mogotes, del aroma a tabaco y la música de ese inolvidable cubano que fue Polo Montañez, con cuyas melodías aprendí a apreciar la grandeza de esa naturalidad y amor a su terruño.

Dos cosas me asombraron de Pinar en mi breve estancia, la primera, la calidez con que nos acogieron los anfitriones del Encuentro de Blogueros de la Región Occidental, celebrado en el Palacio de Computación de esa ciudad. Lo segundo fue algo curioso, hasta cómico pudiera decir.


Llegamos temprano, como guajiros al fin. Después de las 4 horas de viaje mañanero, que se te encajan en las costillas, te entumecen los huesos y te despiertan un hambre voraz y una extraña modorra que solo se quita cuando estiras tus piernas y la calidez del día termina de levantarte.  

Bajamos de la guagua y luego del desayuno, tuvimos algunos minutos para admirar el amanecer en Pinar del Río. Allí fue cuando algo inusual saltó a mi vista. Ya algunas colegas habían reparado en ello, dos jóvenes vestían un pulóver rojo con la inicial del equipo Matanzas.

Lo que primero me pasó por la cabeza fue que podían ser coterráneos o aficionados a los yumurinos, cosa extraña en ese territorio porque cuentan con un fuerte equipo en la presente Serie Nacional de Béisbol, pero inmediatamente me di cuenta que formaban parte de un negocio particular: eran vendedores de churros rellenos.

Crucé la calle y me acerqué al pulcro y ordenado local, me picaba la curiosidad, esa que viene con el oficio. Sin muchos preámbulos fui al grano, ¿por qué llevan ustedes la insignia de un equipo ajeno?, pregunté.

Los jóvenes muy simpáticos pensaron seguro que era una fans del Tsunami Verde, y me respondieron casi a coro “Somos pinareños, solo que este es nuestro uniforme de trabajo”.

Inmediatamente pensé ¿cómo es posible que en otra provincia se exhiba la vestimenta de los Cocodrilos de Matanzas? Me decía para mis adentros, sería mejor atraer a  la clientela con el emblema local.

Los interrogué nuevamente hasta que uno de ellos me dijo: “Nuestro jefe y su esposa son matanceros, viven aquí desde hace algún tiempo y defienden a su tierra, por eso el uniforme que llevamos representa al equipo de Matanzas.

Así fue como conocí a Ernesto Torres y a Kleyderman Mérida, jóvenes vendedores que tres veces a la semana, martes, jueves y sábados, durante todo el año, visten la camiseta roja.

Al contarme aquello, indagué si el resto de la semana llevaban el pulóver de Pinar, “no periodista, los demás días nos vestimos con uno blanco, porque mi jefe solo le da a los Cocodrilos”, me dice Ernesto.

Entonces investigo por la reacción de la gente ante semejante iniciativa. Según responde Kleyderman ya se han acostumbrado a que quienes por allí pasen le griten cosas y se metan con ellos, “además atraemos mucha clientela y vendemos más porque siempre se quedan unos cuantos formando el debate, al mismo tiempo que no pueden resistirse ante los churros y nos compran más”.

“Lo más difícil es cuando caminamos de regreso a casa, ahí si nos gritan y se meten con nosotros, pero ya estoy habituado, porque quienes lo hacen saben que nosotros le damos a Pinar”, me cuenta.

Quise hablar con el jefe, pero lamentablemente, el propietario de  Churros Manía, había salido, regresé varias con el propósito de conocer al ingenioso yumurino, pero fue en vano.

Casi cuando me iba, los muchachos me gritaron “la final es entre Matanzas y Pinar, ahí nos veremos las caras y este año el Tsunami verde es campeón”, “eso habría que verlo, compay”, les riposté, “porque después de barrer a Industriales los Cocodrilos vamos por más”.

Así terminó mi estancia en la tierra de los Mogotes, convencida de que hay un Cocodrilo infiltrado en Pinar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario