“Si no está el inspector es muy difícil que recoja”, comenta una
señora mientras todos los que aguardamos en la parada esperamos porque el
chofer se conduela y “de botella” al menos a alguno de nosotros. Pasa vacío y
de largo, no mira ni hacia el lado, alguien le profiere una ofensa y los demás
continúan la conversación.
A unos metros de allí en la conocida como parada del Parque
Maceo, los pasajeros corren una suerte diferente. En ese lugar la inspectora no
deja que nadie “le pase gato por liebre” y por momentos la parada queda vacía.
Desde que en el mes de septiembre el presidente Miguel
Díaz-Canel Bermúdez anunciara la compleja situación energética por la que
atravesaría el país debido al déficit de combustible y se vislumbrara que uno
de los actividades más vulnerables sería la transportación de pasajeros, de
inmediato se adoptaron medidas para evitar la paralización de este vital
servicio.
Los implicados en el asunto desempolvaron viejas estrategias
puestas en práctica durante los años de Período Especial, y entonces, ante el asombro de varios, la tan
añorada “botella”, que de “Pascuas a San Juan” teníamos la suerte de recibir se
hizo más efectiva.
Con solo sacar la mano más de uno frenaba en seco para auxiliar
a los necesitados. A concientizar ayudó, sin dudas, el discurso pronunciado por
el presidente cubano y las estrategias creadas en la provincia, entre ellas el
abanderamiento de más de 300 inspectores, para viabilizar y controlar que los
choferes de vehículos estatales transportaran a la población.
Y la cosa funcionó bastante bien. Según datos publicados en el
sitio web de Trabajadores en el mes de septiembre 18 200 pasajeros diarios fueron trasladados hacia sus destinos. Sin
embargo, en la actualidad una de las medidas con mayor trascendencia en esa
etapa y que, llegó para quedarse, como lo afirmara el propio Díaz-Canel, ha
menguado en su efectividad.
Si bien es cierto que muchos choferes estatales paran sin
inconveniente alguno, todavía existen otros que con pura dosis de arrogancia se
ponen bravos, apuran a los pasajeros mienten sobre su verdadero destino y hasta
se escurren por otras calles aledañas como Río para evadir el punto de
recogida.
Lo más doloroso es que algunos de ellos son incluso dirigentes o
personas a las que se le han confiado recursos estatales para darle, por
supuesto un buen uso, en todos los casos al servicio de la población. Por eso
sigo pensando que en todos los casos rehusarse a colaborar es más que dar la
espalda a la solidaridad que caracteriza a
los cubanos y que se pone en práctica con mayor ahínco en los momentos
difíciles.
Si bien muchos la desconocen la resolución 435/2012 del Ministerio del Transporte, establece
la parada obligatoria y recogida de personal por directivos y choferes
profesionales con asignación de transporte estatal; y aunque haya tardado
varios años en tener un mecanismo de control riguroso constituye una
herramienta legal efectiva y que debe ser cumplida.
Varias veces este Semanario ha publicado las
chapas de los indolentes que no paran y las sanciones contra ellos han ido
desde las más severas hasta las amonestaciones públicas, buena señal de que no
existe impunidad.
Mas, no hacernos los de la vista gorda y
denunciarlo corresponde a todos desde los que padecemos en silencio hasta
quienes desde el asiento de al lado se hace cómplice. No es cuestión de
coyunturas sino de aunar esfuerzos en pos del ahorro y de poner los recursos al
servicio del pueblo.
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