Quizás cuando Tomás Gutiérrez Alea dirigió La muerte de un
burócrata, una de las más agudas
sátiras sobre el fenómeno de la burocracia en Cuba, no imaginaba que el filme
con el cual marcó su mayoría de edad como director cinematográfico,
trascendería medio siglo después por la actualidad de su argumento.
Titón describe magistralmente en 1966 las vicisitudes de Juanchín
para desenterrar a su tío y una serie de absurdos desencadenados tras la
rigidez de una férrea burocracia.
Si bien atrás han quedado algunos de los rezagos narrados por
Titón, todavía existen huellas imborrables. Como en La muerte de un burócrata los trámites sabemos
cómo y cuándo inician, pero casi nunca cuándo o como terminan. Con mucha
tranquilidad te entregan un número y pasas a convertirte en el 403/2018. Luego
te señalan un día para recogerlo, el cual no garantiza seguridad, sino que es
el establecido en las resoluciones del organismo en cuestión.