Cada sábado es un reencuentro. Mientras esperan para entrar al
acogedor salón se saludan, recorren la salita contigua admirando la obra de
cada uno, buscando tal vez alguna imperfección o pensando en qué faltó por
decir sobre aquella muestra.
Son tan heterogéneos como las obras pendidas en las paredes, desprendidas
en ocasiones por puro capricho de la humedad; sin embargo, los enlaza un
interés en común: la pasión por el diseño.