Cuenta que estuvo casi una semana sin dormir, intentando pensar…
¿El motivo? Una bicicleta. A veces los artistas no saben qué hacer con este
artefacto, mas si se trata de diseñar un traje donde el ciclo tome el
protagonismo e impresione en un evento tan prestigioso como Arte y Moda.
A ella le había tocado la difícil misión de reinterpretar desde
el diseño textil la Serie Bicicletas
del pintor cubano Luis Enrique Camejo. Y refugiándose en su agradable e
inspirador taller en las alturas de su casa en Guásimas, otra vez Mariela supo
espantar la mala vibra que obstaculiza las ideas y dar riendas sueltas a la
imaginación.
Así se convirtió en una suerte de mecánica. Desarmó bicicletas,
compró piezas, pintó varias veces sobre ellas, hasta por fin lograr su
objetivo: un diseño singular que deja ver tras accesorios y tejidos su sello
propio, la magia del color.
Quizás por la peculiaridad de la pieza presentada en 2012 en el
evento, que anualmente exige a los diseñadores cubanos reinventarse y
recrear en su vestuario de fantasía las pinturas de artistas cubanos
contemporáneos a través de un performance, Bicicletas regresó durante la cita
de 2017.
Para su autora la diseñadora Mariela Alemán Orozco, esta obra devino
reto por la dificultad que implica inspirarse a partir de un objeto tan rudo
como una bicicleta. Mas ese sería tan solo el comienzo; otra oportunidad
pondría a prueba su ingenio. Esta vez con la pintura Cartas de amor de Frida a Diego de Lesbia Vent Dumois.
“Se centraba en el personaje de Frida Kahlo y me costó mucho
porque siempre trato de hacer algo que se identifique con mi técnica y realmente
por las características de la pieza tan conceptual no podía”, recuerda.
“Empecé a buscar información y alguien me comentó sobre un
concurso de Frida en Internet en el cual también participaban hombres. Primero
me resultó chocante pero al investigar me acostumbré a la idea. Entonces di con
Roberto Espinosa, un actor muy bueno, con gran proyección y defensa en la
pasarela”.
Y si bien confiesa, al principio no estuvo muy conforme con el
resultado, su diseño fue seleccionado entre los mejores en diez años de Arte y
Moda. Así se enamoró de la intensidad de la obra de Frida, y quiso “quitarse la
espinita”, como ella misma dice. De esta forma nació la colección de 25 piezas entintadas
sobre la pintora mexicana, célebre por sus autorretratos y su relación con el
muralista Diego Rivera.
El desfile Frida, naturaleza viva, le abrió las puertas al
Festival Harlem Havana en Nueva York en 2016, evento al que al año siguiente
fue invitada con la propuesta Tejiendo el color. “Allí gustó mucho el trabajo
de los diseñadores cubanos, y fue un momento único para defender nuestro
trabajo y compartir experiencias, muy gratificante”, confiesa.
Esa es precisamente la sensación que invade a quien la ve
inmersa en su trabajo. Ella utiliza la intensidad de los rayos solares para dar
vida al color. Sobre una tela blanca esparce los elementos reciclables o
provenientes de la naturaleza, los cuales impregna con tintes fríos, degrada el
color con las manos y luego el astro rey también hace su parte…
“Es entintado a mano con la técnica del estarcido”, me comenta,
mientras parece traspasar la barrera existente entre la plástica y la
confección textil. Para ella, graduada del nivel elemental de pintura en la Escuela
de Arte, instructora de arte durante 14 años y licenciada en Artes Plásticas lo
fundamental es preservar la limpieza del color, lo cual garantiza un buen
acabado.
Ello es posible constatarlo cuando se admiran sus variados y
novedosos diseños. Impresiona cuando en su amplio taller se intercalan las
colecciones a rayas con el más reciente entintado de bolas. Y quién sabe,
quizás pronto sorprenda con uno a cuadros.
Con la herencia de su abuela costurera en las venas y en el seno
de una familia donde no faltan los artistas para ella la mayor recompensa
resulta el reconocimiento del público y sus homólogos a su trabajo, fiel
exponente de identidad, cubanía y belleza.
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