martes, 27 de noviembre de 2018

Un burócrata que no acaba de morir


Quizás cuando Tomás Gutiérrez Alea dirigió La muerte de un burócrata, una de las más agudas sátiras sobre el fenómeno de la burocracia en Cuba, no imaginaba que el filme con el cual marcó su mayoría de edad como director cinematográfico, trascendería medio siglo después por la actualidad de su argumento.
Titón describe magistralmente en 1966 las vicisitudes de Juanchín para desenterrar a su tío y una serie de absurdos desencadenados tras la rigidez de una férrea burocracia.
Si bien atrás han quedado algunos de los rezagos narrados por Titón, todavía existen huellas imborrables. Como en La muerte de un burócrata los trámites sabemos cómo y cuándo inician, pero casi nunca cuándo o como terminan. Con mucha tranquilidad te entregan un número y pasas a convertirte en el 403/2018. Luego te señalan un día para recogerlo, el cual no garantiza seguridad, sino que es el establecido en las resoluciones del organismo en cuestión.

En ocasiones, pues no podemos ser absolutos, ni poner en tela de juicio a aquellos que trabajan bien y en orden, se cumplen los términos, pero la mayoría de las veces, la propia experiencia demuestra lo contrario. Así, si por necesidad, la fecha de vencimiento de otro trámite depende de la gestión del anterior, puede comenzar una carrera con obstáculos difíciles de sortear.
El segundo paso cuando uno se encuentra en un callejón con pocas salidas casi siempre es acudir a la queja, la misma puede generar una respuesta satisfactoria o no, depende de la seriedad con que sea atendido el caso. 
Para nadie es un secreto que en la actualidad, cuestiones objetivas como la falta de personal en oficinas de trámites de la más diversa índole, debido a los bajos salarios y a las precarias condiciones de trabajo golpean a la provincia y genera incomodidad en quienes acuden a estos sitios. A ellos se suman otros de carácter subjetivo como el irrespeto a lo establecido, el maltrato y la indolencia que dejan un efecto negativo en los afectados.
De ahí que “resolver” de cualquier forma se vuelva cada vez más cotidiano. Y es, desgraciadamente, a través del popular “amiguismo” entronizado con fuerza en nuestra sociedad o del “regalito” cómplice que se suelen abrir las puertas para cualquier encargo. Mientras, en la fila permanecen quienes a pesar de haber llegado más temprano no poseen tales influencias.
Me consta que ante las largas colas e incomodidades en estas instituciones, la máxima dirección del país mantiene la voluntad política de desarrollar estrategias para minimizar las molestias y agilizar las gestiones, para ello hace ya un tiempo se simplificaron algunos trámites. También se crean nuevos sitios con el propósito de solicitar documentos digitales y mediante esta vía ahorrar tiempo y recursos.  
El nuevo Proyecto de Constitución, cuya consulta culminó recientemente, también es muy claro respecto a ello. En su artículo 64 plantea que: “Las personas tienen derecho a dirigir quejas y peticiones a las autoridades, las que están obligadas a tramitarlos en plazo adecuado, dando las respuestas oportunas y pertinentes de conformidad con la ley”.
Claro que sería un poco más explícito y protector de nuestros derechos este artículo, a mi entender, si estableciera la fecha límite para el plazo adecuado. Aunque confío en que la posterior legislación que complementa a la carta magna será bien concisa al respecto.
La burocracia es un mal que cala negativamente y remueve las bases de la institucionalidad colándose silencioso pero bajo la vista y el consentimiento de muchos. De ahí que darle los “palos”, como decimos en buen cubano, donde la encontremos debe ser acción de todos y de todos los días. Algunos me tildarán de ingenua, y pueden que consideren esta recomendación, pero la complicidad también daña sobre todo a quienes hacemos bien lo que nos toca y pretendemos sean recíprocos con nosotros.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario