lunes, 9 de septiembre de 2019

Precios topados ¿precios violados?


Es un tema del que casi todo el mundo desconfía. Y es que la realidad te incita a sospechar. Sí, de casi todos: del carretillero que le da lo mismo que le repitas cien veces que la libra de malanga debe costar cuatro pesos y no ocho; del dependiente que con una sonrisa amplia y la cuenta en la mano te dice que la Cristal, tan perdida, por cierto, son 35 pesos… De quien tiene que velar porque se cumpla lo pactado…

En fin, así se sucede una lista innumerable de servicios y productos que podría relatar cualquiera. Eso, sin mencionar otros a los que aún no se ha topado, y que continúan ascendiendo de forma vertiginosa como la venta de cárnicos o la transportación de pasajeros, a los cuales es necesario ponerles coto, al menos formalmente.
La cuestión de los precios topados, en mi modesta opinión, ha caído en saco roto. No porque los Consejos de la AdministraciónC no se hayan pronunciado al respecto y adoptado las medidas pertinentes para establecer montos que, si bien no son lo justo que debieran con el bolsillo del cliente, constituyen un aliciente para que algunos no campeen al libre albedrío.
Sin embargo, en lo que se ha sido ineficiente es en cumplir los mecanismos de control para que lo establecido siga su curso. Caminar cualquier calle de la urbe yumurina da fe de lo que escribo. Aun cuando se han publicado las vías para hacer efectivas las denuncias y detrás de todo el aparato creado existen personas que, no dudo trabajen arduamente, los resultados, a mi juicio, han sido mínimos.
Caemos así en un círculo vicioso de incremento salarial-tope de precios-creación de mecanismos de control-violación de estos mecanismos-impunidad y seguidamente el irrespeto al pueblo y por consiguiente a su esfuerzo para ganar honradamente su salario, lo cual genera incomodidades.
Creo que no resulta tan difícil estimular el control, y hasta echar a andar inspectores que comprueben las denuncias, multen y velen por lo instituido. Se ha informado que en cada municipio existen grupos de trabajo de observación de precios y de enfrentamiento, ¿entonces por qué tanta impunidad?  
Las decenas de llamadas que a diario recibimos en esta redacción respecto a este tema son muestras irrefutables que todavía la gente confía en que el problema puede solucionarse y que se denuncia lo mal hecho. Aprovechemos y explotemos más estas fuentes de retroalimentación para saber quiénes violan lo estipulado, y sin temblar la mano, aplicar la ley.
Otro tanto también corresponde a las instituciones estatales para velar porque en sus propios establecimientos no se adulteren los importes de los productos, pues parafraseando el refrán, el orden comienza por casa.
Ningún negocio privado puede estar basado en la ilegalidad, de ahí que respetar la ley, hacer valer la voluntad popular y darle valor al salario adquirido para mejorar el nivel de vida de la población constituyan premisas que no se pueden olvidar en esta batalla.
Ante los precios violados no puede primar la impunidad, ni mucho menos el conformismo. “Abrid bien los ojos”, que estamos en época de combate.  

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