Las altas
temperaturas sacaban de paso a más de uno en la parada que desbordaba gente a
mitad del mediodía. Cansado el tumulto, sin más fuerzas reservadas para otra
cosa que para correr cuando se asomara a lo lejos la guagua de turno, esperaba
el transporte urbano que prometía desesperar a más de uno, tras la prolongada
espera.
Dos
señoras, se escondían tras un abanico artesanal, única arma posible para
espantar un poco el calor. Más atrás, otra, sin mucho desenfado reclamaba “que
julio y agosto no son meses para trabajar, deberían eliminar la jornada
laboral, pues con este sofocón no se puede pensar, el verano es para relajar y
nada más”, casi vociferaba.
Entonces
recordé la cara de aquel anciano que enfurecido, cuando no recibe el periódico
en su estanquillo puntualmente, se queja y no duda en insultar a más de uno por
el inconveniente. También me vino a la mente la expresión de aquella señora que
tras una larga cola, fue informada de que su trámite seguía pendiente porque la
encargada estaba de vacaciones.
Y es la
falta en los centros de trabajo de personal calificado para atender al público,
e incluyo a la prensa, precisamente un tema recurrente por estos días cuando la
mayoría de los matanceros nos disponemos a disfrutar de un merecido descanso.
Así lo pude
constatar durante una reciente visita a la Ciénaga de Zapata, durante la cual pretendíamos
un equipo de este Semanario, asegurar trabajos periodísticos para confeccionar
el Humedal del Sur, mensuario que
reciben los habitantes de esa región de la provincia.
En nuestro
periplo por aquella zona, durante el cual visitamos algunos centros
pertenecientes a la Pesca,
constatamos que no se encontraba ningún trabajador cualificado para orientarnos
o brindarnos la información que precisábamos. Excusas muchas: personal de
vacaciones, falta de mercancía para trabajar, tiempo para resolver problemas
personales… en resumen y como resultado: total abandono de las obligaciones y
dos periodistas casi al borde del colapso.
Así sucede
en más de una institución de nuestra provincia por estas fechas, de esa forma
lo demuestran los reclamos y exigencias de los yumurinos ante la
irresponsabilidad de directivos que permiten tamañas incongruencias y que dicen
mucho de la mala planificación y orden interior de los centros de trabajo,
falta de información a la población y hasta del irrespeto a los propios
ciudadanos.
Trabajar en
verano para nadie es un secreto, que requiere cierta flexibilidad que permita
hacer más amena la jornada laboral en una etapa donde las temperaturas prometen
romper el termómetro, pero ¡cuidado!, como decía una querida profesora, que no
se confunda libertad con libertinaje.
La
población merece respeto. Programar una cesión de trabajo que no viole lo
establecido, comunicar oportunamente a los clientes si cesa alguna prestación, una
atención amable, mantener en las áreas de servicios indispensables a
trabajadores que resuelvan y no entorpezcan y una supervisión y dirección
idónea para asegurar el correcto funcionamiento, resultan garantía de
satisfacción para el cliente, a fin de cuentas este no exige más, sino lo que por
derecho le corresponde.
¿Por qué
hacer esperar o “pelotear”, como decimos en buen cubano, a quiénes también
sufriendo el látigo del Astro Rey, la irregularidad del transporte, la
apretadera en el ómnibus, la escasez del salario, sortea las dificultades
cotidianas para solicitar un servicio, por el que además le pagan a usted? ¿Por
qué martirizar más a quien no lo merece? Que el orden, la disciplina y la exigencia
prevalezca también durante el verano.
Así es, Jessica. Y luego de esta etapa viene otra: el síndrome postvacacional. Cómo cuesta que las personas interioricen que ya se acabaron las vacaciones
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