La historia de Malala Yousafzai
ha recorrido el mundo en los últimos doce meses. La joven paquistaní de 16 años
se convirtió en noticia en octubre de 2012, cuando a los 14, un grupo de
talibanes detuvieron el vehículo en que regresaba de la escuela, indagaron por
ella y estamparon dos disparos en su cabeza, hiriendo además a dos compañeras
suyas.
El acontecimiento fue titular en
los principales medios de prensa de todo el planeta. Durante días los
habitantes del Valle de Swat,
comarca del norte del país, esperaron informes sobre el estado de salud de la
pequeña y varios centros de enseñanza cerraron sus puertas en señal de protesta
ante el crimen. Por suerte la adolescente sobrevivió. Tras una operación de
tres horas los médicos pudieron extraer uno de los proyectiles que se había
alojado en el cuello.
Un año después el nombre de la
joven volvió a escucharse en los principales medios de comunicación, cuando
resultó declarada figura humanitaria por la Universidad de Harvard,
condecorada con el premio humanitario Peter J. Gomes que entrega esta institución y
al convertirse un mes después en
merecedora del galardón Sajarov a la Libertad de Conciencia
del Parlamento Europeo.
Pero en realidad, ¿quién es esta
mujercita que tanto revuelo ha causado a nivel internacional? La identidad de
Malala Yousafzai fue revelada a los paquistaníes en 2009 cuando el Ejército
recuperó el control del Valle. Desde los 11 años comenzó a escribir un blog
bajo el seudónimo de Gul Makai, donde denunciaba los horrores que vivía su
pueblo bajo el yugo talibán y defendía la
igualdad de mujeres y niñas a recibir educación, garantía prohibida tras el
cierre de las escuelas femeninas en esta región.
“Cuando hacemos fila en el patio
por la mañana nos han dicho que no llevemos ropa de colores porque podría
molestar a los talibanes”, refirió la infante en una ocasión en su bitácora
digital, mientras en otro momento relató cómo asistían al colegio con ropa de
calle para que el uniforme no revelara su condición de estudiantes, escondiendo
los libros bajo el abrigo.
Malala, quien hoy se erige como
uno de los símbolos de lucha por la igualdad de género y respeto a los más
elementales derechos humanitarios para las féminas, recorre el mundo
desplegando su mensaje de paz, resistencia y solidaridad.
La desigualdad histórica y la
discriminación generalizada contra la mujer resultan en la actualidad los
principales obstáculos que enfrenta este sector poblacional alrededor del orbe.
A ello se une la violencia que padecen y las prácticas contra su integridad,
arraigadas en culturas donde son vistas como objetos.
Según estudios realizados por investigadores de la Organización de Naciones Unidas (ONU), hasta un
70 por ciento de las mujeres sufren violencia en su vida, mientras que más de
130 millones de féminas han sido sometidas a la mutilación genital, sobre todo
en sociedades patriarcales de África y el Oriente Medio.
Igualmente resultan víctimas de la prostitución, el
trabajo forzado, la esclavitud, la servidumbre y los abusos domésticos físicos
y sicológicos. En aras de fundar una fecha en que las instituciones y la
población en general promueva la realización de acciones en torno a disminuir
los comportamientos agresivos contra el género, la ONU aprobó el 25 de noviembre
como el Día Internacional de la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en homenaje a las
hermanas Mirabal, activistas políticas asesinadas por órdenes del dictador
dominicano Rafael Trujillo.
Valga esta ocasión para repensar sobre el rol que
asumen las mujeres dentro de toda sociedad. Sirva también para reflexionar
sobre el papel que nos toca a la hora de enfrentar las conductas violentas y
revertir desde nuestro ámbito las secuelas de un mal sin rostro.
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