jueves, 21 de noviembre de 2013

Violencia femenina: secuelas de un mal sin rostro



La historia de Malala Yousafzai ha recorrido el mundo en los últimos doce meses. La joven paquistaní de 16 años se convirtió en noticia en octubre de 2012, cuando a los 14, un grupo de talibanes detuvieron el vehículo en que regresaba de la escuela, indagaron por ella y estamparon dos disparos en su cabeza, hiriendo además a dos compañeras suyas.
El acontecimiento fue titular en los principales medios de prensa de todo el planeta. Durante días los habitantes del Valle de Swat, comarca del norte del país, esperaron informes sobre el estado de salud de la pequeña y varios centros de enseñanza cerraron sus puertas en señal de protesta ante el crimen. Por suerte la adolescente sobrevivió. Tras una operación de tres horas los médicos pudieron extraer uno de los proyectiles que se había alojado en el cuello.
Un año después el nombre de la joven volvió a escucharse en los principales medios de comunicación, cuando resultó declarada figura humanitaria por la Universidad de Harvard, condecorada con el premio humanitario Peter J. Gomes que entrega esta institución y al convertirse un mes después en merecedora del galardón Sajarov a la Libertad de Conciencia del Parlamento Europeo.
Pero en realidad, ¿quién es esta mujercita que tanto revuelo ha causado a nivel internacional? La identidad de Malala Yousafzai fue revelada a los paquistaníes en 2009 cuando el Ejército recuperó el control del Valle. Desde los 11 años comenzó a escribir un blog bajo el seudónimo de Gul Makai, donde denunciaba los horrores que vivía su pueblo bajo el yugo talibán y defendía la igualdad de mujeres y niñas a recibir educación, garantía prohibida tras el cierre de las escuelas femeninas en esta región.
“Cuando hacemos fila en el patio por la mañana nos han dicho que no llevemos ropa de colores porque podría molestar a los talibanes”, refirió la infante en una ocasión en su bitácora digital, mientras en otro momento relató cómo asistían al colegio con ropa de calle para que el uniforme no revelara su condición de estudiantes, escondiendo los libros bajo el abrigo.
Malala, quien hoy se erige como uno de los símbolos de lucha por la igualdad de género y respeto a los más elementales derechos humanitarios para las féminas, recorre el mundo desplegando su mensaje de paz, resistencia y solidaridad.
La desigualdad histórica y la discriminación generalizada contra la mujer resultan en la actualidad los principales obstáculos que enfrenta este sector poblacional alrededor del orbe. A ello se une la violencia que padecen y las prácticas contra su integridad, arraigadas en culturas donde son vistas como objetos.
Según estudios realizados por  investigadores  de la Organización de Naciones Unidas (ONU), hasta un 70 por ciento de las mujeres sufren violencia en su vida, mientras que más de 130 millones de féminas han sido sometidas a la mutilación genital, sobre todo en sociedades patriarcales de África y el Oriente Medio.
Igualmente resultan víctimas de la prostitución, el trabajo forzado, la esclavitud, la servidumbre y los abusos domésticos físicos y sicológicos. En aras de fundar una fecha en que las instituciones y la población en general promueva la realización de acciones en torno a disminuir los comportamientos agresivos contra el género, la ONU aprobó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en homenaje a las hermanas Mirabal, activistas políticas asesinadas por órdenes del dictador dominicano Rafael Trujillo.
Valga esta ocasión para repensar sobre el rol que asumen las mujeres dentro de toda sociedad. Sirva también para reflexionar sobre el papel que nos toca a la hora de enfrentar las conductas violentas y revertir desde nuestro ámbito las secuelas de un mal sin rostro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario