“Agarrar un pichón de cotorra no resulta
trabajo fácil, porque ellas no son como
otras aves que construyen el nido en una rama de un árbol, bajita, que se puede
coger estirando la mano, sino que ponen
sus huevos en lo alto, en el hueco de una palma y hay que subirse allá arriba
para atraparla o tumbar la palma”, dice Pedro.
“Donde más se ven es en Cayo Ramona y por lo
general los sacan de la Ciénaga de Zapata en las guaguas Girón, de madrugada,
que como van llenas de gente y son de transportación masiva, no se revisan en
el punto de control”, continúa el relato.
Pedro atesora muchas historias. Quién lo
escucha hablar con tanta destreza sobre las artimañas para apropiarse de una
cotorra, pensaría que él mismo podría ser uno de esos cazadores furtivos que
desandan los bosques del pedazo de tierra, pero su uniforme y sentido del deber
lo delatan.
Pedro Jesús Hernández Correa es guardabosques
del Parque Nacional Ciénaga de Zapata y aunque con poco tiempo en el oficio, ya
ha aprendido a cortarle las alas a los malos pasos de más de una persona que
llega hasta estos parajes, no con el fin de conocer su historia o admirar la
riqueza y diversidad natural que ofrece la Península.
Sus casi seis meses de actividad, le han
entrenado el olfato y desarrollado su pericia para detectar a los malhechores
que burlando las normas de legalidad ambiental establecidas, intentantrasladar
fuera de su hábitat ejemplares en peligro de extinción, de los cuales esta
región es casa pródiga.
Considerado el territorio de mayor humedad de Cuba y uno de los más grandes
de América Latina y el Caribe, aprobadoademás por
la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura,como Reserva de la Biosfera y declarado Sitio Ramsar, en la Ciénaga se refuerzatambiénla
vigilancia sobre otras especies vedadas como el cocodrilo cubano, el manjuarí y
la hembra del cangrejo.
“Los casos
que se han detectado aquí, en el punto de control, los hemos decomisado y
enviados para la Estación de Reproducción de Cotorras, y allí los terminan de
cebar. Siempre procedemos y tomamos fuertes sanciones con los infractores, se
valora si la persona es reincidente y puede
pagar una multa hasta de 500 pesos o más” apunta.
“Entre las principales especies que se tratan
de sacar de la Ciénaga se encuentran los pichones de cotorra, porque el
cocodrilo es más difícil de trasladar y se le tiene respeto, aunque hay quienes
se atreven.
“También los precios son tentadores porque en
el mercado negro los pichones pueden llegar a costar hasta 40 dólares. Cuando
se cazan de forma ilegal por lo general no sobreviven pues todavía no han
emplumado y necesitan cuidados especializados para que no mueran”.
Así escondidas en cajas, debajo de asientos,
en maletines e incluso ocultas en el propio cuerpo, personas inescrupulosas aún
persisten en llevar a casa a las graciosas parlanchinas. Por suerte para la
conservación de este género existen en la Ciénaga de Zapata instituciones que
velan por la detección de conductas que atenten contra la supervivencia, así
como por su protección.
EN
BUSCA DE LAS COTORRAS…
Al entrar encontramos a la técnica operaria
en plena faena. Recientemente llegó a la Estación de Reproducción de Cotorras,
un nuevo miembro al cual nutre con una cucharita. Con apenas un asomo de lo que
será un vistoso plumaje engulle rápido cuanto echan en su pico.
El pequeñín con algunos días de nacido, fue
traído hasta aquí luego de ser confiscado, tras un intento ilegal de salida del
territorio cenaguero. Gracias al esmero en la asistencia y su pronto traslado a
este sitio, se salvó de perecer.
MaydalisVilanova, sabe de la paciencia que
requiere disponer varias horas diarias a la alimentación de los pichones, a
laatención que demanda el arreglo de las jaulas, la supervisión de los nidos y
la alerta ante algún majá hambriento que quiera engullirse a las pintorescas
aves o sus huevos.
Así resulta tarea obligatoria la distribución
de los animales por jaulas según su categoría y nutrición, lo cual garantiza un
comportamiento reproductivo adecuado.
“Por las mañanas lavamos las cantinas, las
llenamos con mango, guayaba u otras frutas de estación, y nos mantenemos al
tanto de que no les falte el agua o la comida. Aquí las atendemos bien”,
explica.
“Los casos que llegan nuevos precisan
atención diferenciada, los ponemos en otras jaulas para que se adapten a la
vida en cautiverio porque si los juntamos con las otras cotorras pueden picarlos”,
asegura Oscar Álvarez Acosta, administrador de la Estación.
Hasta la fecha el cuerpo de guardabosques ha
traído hasta el recinto cinco ejemplares incautados, de los cuales han podido
salvar solo uno, pues resulta complejo readaptarlas. En el 2014 se preservaron
31 pichones de los nacidos en cautiverio.
Durante los meses de enero y febrero otro
ciclo inicia. Así se forman las nuevas parejas que pondrá alrededor de seis
huevos para dar vida a la descendencia, camada cuyo destino, serán los bosques cenagueros. Para mayo comenzarán a nacer las crías.
UNA
HOGAR PARA LAS COTORRAS
Aunque en el siglo XIX la cotorra cubana (Amazona
leucocephala) abundaba en la Isla, hoy
su existencia se limita a 16 núcleos poblacionales dispersos, encontrándose
distribuidas los mayores grupos en Guanahacabibes, el macizo Nipe- Sagua
–Baracoa y en la Ciénaga de Zapata.
En la actualidad instituciones
gubernamentales cubanas han incrementado las acciones de preservación de esta
especie en la Península, que se concentran en la reproducción en cautividad y
el desarrollo de acciones de educación ambiental. A pesar de los esfuerzos, la
demanda depichones para la cría como mascota continúa socavando las poblaciones
de forma ilegal.
De ahí que su conservación, junto a la del catey,
a través del manejo y la reproducción en cautiverio constituye todo un reto
para quienes aquí laboran.
Como parte del proyecto para perpetuar la
clase y encaminar a su uso sostenible en el mayor humedal del Caribe Insular,
se protegen 118 ejemplares de cotorra y 2 de catey, distribuidos en las jaulas
para parejas adultas, recuperación y de vuelo, que facilitan su
vigilancia.
Entre las ventajas de la reproducción en
cautiverio los expertos señalan la importancia que adquiere la utilización de
especies silvestres amenazadas para el desarrollo de estudios biológicos, que
durante su aplicación en este centro aportaron valiosas informaciones para el
manipulaciónde ese tipo de aves en el territorio.
Con resultados favorables en el manejo de
esta fauna, durante los últimos ocho años aumentó la cifra de parejas
reproductoras, de cuatro que existían en 2013 a 34 en la actualidad.
Desde 1986 la Estación se ha dedicado a la
cría en cautiverio de ejemplares de la fauna silvestre como la Jutía Conga, el
Majá de Santa María, el Venado de Cola Blanca, la Grulla, variedades de
alacranes, el Catey y la Cotorra Cubana, por largos periodos de tiempo y con
éxito en la mayoría de los casos, hoy
solo custodia dentro de su objeto social a estas dos últimas clases.
Este sitio, también forma parte junto al
Criadero de Cocodrilos, de la ruta de ecoturismo, a través de la cual los
visitantes foráneos conocen la fauna autóctona y las gestiones que se
desarrollan en la Península para la conservación de otros géneros en peligro
como el Cocodrilo Cubano y el Manjuarí.
En el centro además de sustentara la camadaa
base de semillas, frutas silvestres y pienso, se labora en el mantenimiento de
la infraestructura que incluye los nidos, las jaulas y los caminos. Otras
tareas complementarias resultan el cuidado y reforestación de la zona.
Mantener a la población animal saludable y
apta para la procreación, certificar el empleo correcto de métodos de
diagnósticos y terapéuticos, así como cumplir las medidas para la prevención y
control de enfermedades, constituyen labores periódicas.
Aun cuando todas las estrategias a nivel
estatal se crean para estimular el crecimiento sano y la estable fecundación de
esta fauna para la posterior reinserción a su medio, hoy las acciones de
educación ambiental deben comprender un mayor alcance.
Moldear comportamientos resulta difícil, más
aun cuando se trata de eliminar malas prácticas arraigadas, casi tradicionales
para algunos y hasta vistas por muchos como inofensivas. Y es que ¿a quién no
le gustaría llevarse a casa una cotorrita? No son menos los que pagan sin
importar el precio, la procedencia o quizás ignorando el daño que ocasionan al
entorno.
Es por ello que instruir a los habitantes de
la región en la necesidad de defender las especies autóctonas y denunciar a
tiempo conductas negligentes que afectan al ecosistema debe erigirse como un
ejercicio cotidiano, a fin de cuentas ¿quiénes mejor para proteger lo propio
que los mismos pobladores?
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