A lo lejos ya se siente el olor a caña, a guarapo, a
azúcar. El humo casi blanco anuncia que la molida es de nuevo una realidad en
el México. El ir y venir de los camiones cargados se adueña de la carretera,
reafirmándose en el cálido pavimento como los reyes del camino.
El polvo en la vía y las combinadas en los
campos de cultivo devuelven la vida a los senderos más intrincados de la parte
central de la provincia. Los atajos cercanos al antiguo ingenio Álava recobran
el regocijo de ver nuevamente sus sendas henchidas de la larga fila que forman
los vehículos, aguardando para descargar el preciado alimento.
Nada de ello es comparable a la ilusión de
los habitantes. El corte, la transportación, la extracción del jugo y todos los
procesos que darán origen al azúcar, salen de las manos de quienes habitan los
alrededores de los colosos, pues estos constituyen la principal fuente de
empleo en cada uno de los bateyes.
Hablar de zafra en Matanzas, es casi tan
emocionante como debatir de pelota. Cuando se toca el tema afloran sentimientos
encontrados, que pueden ser comparados con los del pasatiempo nacional:
nostalgia de épocas pasadas, estrategias que se engavetaron, descontento con lo
que pudo ser y no fue, sueños de volver a alcanzar la cima, incertidumbre…
TROPIEZOS EN LA MOLIDA
Y es que resulta difícil olvidar
experiencias anteriores, tampoco se trata de eso, sino de aprender de los
reveses. Por ello cuando se menciona la zafra aflora el silencio o la
algarabía, en dependencia del escenario en que se discuta.
Dificultades como el tiempo perdido por
roturas e interrupciones operativas, la insuficiente reparación de los colosos,
la baja capacitación del personal, e incluso, la falta de exigencia y control
administrativo, mellaron con anterioridad el desenlace de las campañas, propiciando
que aun disponiendo de materia prima, no se cumplieran los planes productivos
programados desde 2011.
Sin embargo, este año la zafra prometía
otro rostro. Luego de un fructífero periodo de reparaciones y despojados de los
rezagos de las anteriores campañas, los matanceros dieron el pitazo de
arranque, el pasado 30 de noviembre, en el central Jesús Rabí.
Con posterioridad se incorporaron el René
Fraga, el Mario Muñoz y finalmente el México, completando el cuarteto, que
mantiene en la provincia, la responsabilidad de producir azúcar. Los tres
primeros adelantándose a la fecha de inicio planificada.
Diciembre resultó efectivo, así lo
demostraron los indicadores: se cumplía la zafra chica con la fabricación de 9
mil 25 t de azúcar, indicador que no alcanzaban desde el 2011 y los ubicaba en
la avanzada a nivel de país, hasta ese momento.
Pero el 2016, no empezó con buen pie. Las
intensas lluvias que azotaron al territorio retrasaron la molienda en los
centrales. Conspiró además contra el rendimiento la calidad de la materia
prima, inconveniente provocado por las condiciones climatológicas desfavorables
para el desarrollo del cultivo: en el periodo lluvioso no precipitó, y cuando
debían concentrarse los jugos y madurar la caña, llovió.
Así, una tras otras se fueron
acumulando las toneladas dejadas de moler y hasta el pasado 18 de febrero, se
incumplía la zafra en más de 23 mil 741t de azúcar.
Según explica Abilio García Ales,
jefe de la Sala
de Control y Análisis de la Empresa Azucarera Matanzas, "las condiciones
climáticas han sido directamente proporcionales a los resultados de la
industria,pues los centrales se repararon bien y se ha demostrado que cuando no
falta la caña muelen alto. Las estadísticas hablan por sí solas: la semana que
cerró el 7 de febrero aprovecharon la Norma Potencial al
72.4%, en la que culminó el 14 al 79.3% y esta última al 81%.
Señala también que si bien la
calidad de la caña ha mejorado, todavía no se obtienen los valores óptimos de
brix (cociente total de materia total disuelta en un líquido) y pureza. Entre
los de mejores resultados sobresalen el México y el Rabí.
Los trastornos del tiempo han ocasionado
más de un quebradero de cabeza. Antonio Miguel Sedré Cabrera, jefe de
producción del central Jesús Rabí, explica que el 18 de febrero su industria
debía al plan, entre ocho y nueve días, el equivalente a 2 mil 263 t de azúcar.
Además de unas 248 horas perdidas por
lluvias, el central muele por debajo del rendimiento planificado, con un 15 o
17 de Brix (cociente total de materia seca disuelta en un líquido), cuando
podría estar en el orden de los 20 o 21, debido a la poca concentración por la
falta de fríos y las precipitaciones recientes.
Con el propósito de reducir la deuda, la
industria se propone el logro de 300 t diarias. Por ello fuera de la fábrica,
la faena tampoco recesa.
La organización constituye factor medular
para que no se produzcan baches en el central, por ello la mudanza de las
combinadas no debe coincidir con el cambio de turno, a fin de que exista
siempre materia prima para moler.
“Programamos el corte según tres elementos
fundamentales: la estrategia, o sea, está previsto cortar de acuerdo con la
cepa; según el índice de madurez; y que las unidades estén más o menos al mismo
por ciento para que las labores agrícolas posteriores al corte fluyan”, comenta
Armando Lovelles Chávez, director UEB Atención a Productores.
“La humedad no es un problema hoy. Los
campos presentan una situación favorable para cosechar, con algunas
limitaciones en función de la calidad de la planta relacionadas con rebrotes
debido a las lluvias de los meses anteriores.
“Lo negativo de la humedad para el ingenio,
ha sido positivo en el nivel de producción agrícola. El estimado nuestro está
por encima del 113 por ciento, pues existe mayor cantidad de caña en las áreas
cortadas de la que previmos. Estimamos para el año 522 mil 385 t, al central le
planificamos 422 mil 385. En total el Jesús Rabí ha procesado más de 220 mil
t”.
Pese a las dificultades Eliecer Alfonso
Paret, director del central Jesús Rabí, aclara que si este se ubica entre los
ocho primeros del país por sus resultados es gracias a los productores. “La
administración debe continuar atendiendo diferenciadamente a los trabajadores,
sobre todo en lo referido a su alimentación. También hay que escuchar sus
preocupaciones, pero la motivación es alta”.
A sus 21 años, Renier Martínez Suárez
siente la responsabilidad de velar porque el México produzca azúcar con
eficiencia. Él es molinero, y de los buenos, aseguran sus compañeros de
trabajo.
Cuando terminó el servicio militar optó por
esta labor. Se superó “preguntando y en la práctica”, y aunque aspira algún día
llegar a ser puntista, ahora se concentra en que todo salga bien desde su
puesto. “Tratamos de superar las fallas y extraer la mayor cantidad de guarapo,
hay que estar atento porque si le pones mucha agua sale mal mezclado”.
Optimista también se muestra Marcos Barceló
López, pailero B, quien afirma que la tropa está mejor preparada y piensan
recuperar lo perdido.
María Elisa Diviñó Domínguez, jefa de turno
y de seguridad y protección, legitima desde el laboratorio, que pese a los
contratiempos “aquí se produce azúcar de buena calidad, el ingenio muele alto y
estable para ello”.
Allí se controla el resultado de cada
proceso, desde la obtención del primer jugo hasta la miel final. “Existe una
recogedora de muestras que trae los jugos y productos terminados, mientras que
las mieles y las masas las traslada el personal de las casas de calderas”.
Mientras, la dinámica no cesa dentro de la
compleja maquinaria, Jorge Luis Bregio Bejerano, director del central explica:
“el plan nuestro es de 29 mil 300 t, hasta la fecha hemos obtenido 4 mil 747 t
y mantenemos un retraso de 5 mil t. Tenemos un plan diario de 264 t que es el
máximo de producción del ingenio y tratamos de hacer entre 276 y 300 para
recuperarnos”.
Esa forma parte de la estrategia asumida
por la dirección del México para recuperar las jornadas perdidas. “No llegamos
a 20 días trabajando, arrancamos el 4 de enero y paramos por lluvia. Volvimos a
incorporarnos sobre el 11 y nos detuvimos, así ha ocurrido indistintamente.
“Además perdimos 2,4 días de tiempo
industrial. Las principales dificultades radican en roturas en una banda de
goma y disparos por altos y bajos en el nivel de las calderas. Vamos a la zafra
con cuatro meses y hemos molido solo uno, porque arrancamos tarde por el agua.
De comportarse con seca marzo, abril y mayo, tenemos posibilidades de hacer un
buen plan“Contamos con un personal joven que hemos
capacitado. A pesar de su corta experiencia está dándole el frente a la zafra.
Conspira que el ingenio estuvo parado seis años, se quedó quien se mantuvo
trabajando en la industria”.
Pese a los obstáculos que en esta ocasión
impuso la naturaleza, el optimismo no merma, y aunque son muchos los que
desconfían de un final feliz, las esperanzas no se pierden entre los
azucareros.
Sin embargo, no basta con la convicción,
queda un largo camino de escollos por sortear. Aprender de los errores
cometidos en campañas anteriores, escuchar a quienes han dedicado su vida a tan
necesario oficio y sacar provecho de las inversiones, constituyen guías para
producir azúcar y hacerlo bien.
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