Cada 1 de septiembre era de fiesta en la
casa. Aun cuando todavía la nostalgia por las vacaciones quedaba suspendida y
cierto deseo de volver el tiempo atrás me embargaba, siempre adoraba que
llegara el inicio del curso escolar, que en toda Cuba es una fiesta.
Desde el día anterior mi madre se afanaba en
terminar a tiempo el arreglo de los uniformes, en organizar la mochila, lavar
los zapatos y dejar todo en orden para que el primer día de septiembre nada
saliera mal.
El nerviosismo casi no me dejaba dormir la
noche antes. Volver a ver a los amigos de la escuela, conocer a la maestra,
recibir los nuevos libros, familiarizarme con el aula y retornar a sentarme en
el pupitre, simples acciones que realizan todos los niños del archipiélago, se convertían
en grandes acontecimientos para esta cubanita que empezaba a vivir.
Con el paso de los años, aunque el ritual
septembrino continúo, mis abuelos lo matizaban con una frase que al principio
no entendía mucho y que solo alcancé a comprender en toda su magnitud en la
medida en que aprendí el significado de aquellas palabras. “Estudiar es un
privilegio reservado a muy pocos en el mundo”, me advertían, recordando tal vez
sus años mozos en los que aprender a leer y a escribir constituía todo un lujo.
Entonces, “Cuba se sumía en un profundo
dolor, nos acostábamos con un pan en la barriga y la mayoría no terminábamos
las lecciones para alfabetizarnos”, me retrataban, como si quisieran que nunca
lo olvidara, el triste cuadro de los hijos de esta Isla, antes del 1 de enero
de 1959.
“Después todo cambió, los primeros pasos los
dio Fidel con la Campaña
de Alfabetización en 1961, al lograr movilizar a miles de maestros voluntarios
que llevaron la luz de la enseñanza a cada rinconcito, por muy intrincado que
fuera, y nos convertimos así en el primer país alfabetizado de América Latina”,
me contaban.
Luego pude percatarme por mi misma de que los
logros alcanzados por mi país en materia de educación, pueden compararse con
los de cualquier país desarrollado del mundo, aun con limitaciones económica y
el peso de un bloqueo que se extiende por más de medio siglo y que constituye,
por más que se empeñe el gobierno norteamericano en camuflarlo, la más
flagrante violación a los derechos humanos a todo un pueblo.
Garantizar la erradicación del analfabetismo
y extender los servicios educacionales de forma gratuita hasta las más
apartadas geografías, son a grandes rasgos los principales logros de nuestro
sistema de educación.
Igualmente sobresalen los lauros en la
atención y educación de la primera infancia, la enseñanza primaria universal,
la obtención de competencias básicas a través del progreso en el sistema
educativo, la alfabetización de los adultos, la paridad e igualdad de género y la
calidad de la educación.
El director de la Oficina regional de
Cultura para América Latina y el Caribe de la Organización de Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Herman van Hooff,
reconoció que Cuba tiene una posición reconocida a nivel mundial con altos
índices de implementación de los objetivos de la Educación para todos y que la
UNESCO está complacida con los logros de Cuba en la educación y mencionó
algunas áreas destacadas en Cuba como la atención primaria infantil, a través
del programa Educa a tu hijo, la enseñanza elemental primaria y la reconocida
campaña de alfabetización.
De igual manera el estudio destacó que Cuba es el país de América Latina y el Caribe con mayor índice en el Desarrollo de la Educación, indicador que permite una evaluación global del sistema de enseñanza en cuanto a la calidad, la primera infancia, la primaria, los jóvenes, la alfabetización de los adultos y la paridad entre los sexos.
De igual manera el estudio destacó que Cuba es el país de América Latina y el Caribe con mayor índice en el Desarrollo de la Educación, indicador que permite una evaluación global del sistema de enseñanza en cuanto a la calidad, la primera infancia, la primaria, los jóvenes, la alfabetización de los adultos y la paridad entre los sexos.
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