“Buenos días, permítame
sus documentos por favor”. El conductor la mira, y no sabe si mostrarle su identificación
o lanzarle un piropo. Mejor que se decida por lo primero, pues ella es un
agente del orden, y con la seriedad que la caracteriza no dudará en hacer
cumplir la ley, ante aquellos que intenten “pasarse de la raya”.
Serena, inalterable,
junto a su motocicleta, vigila a quienes transitan por las principales arterias
yumurinas. Desde una esquina de Peñas Altas o en la céntrica calle Medio, se le
ve desempeñarse con destreza, resguardando la integridad de peatones y
conductores.
Entre tantos hombres
dedicados al oficio, a muchos llama la atención la constancia de Yanet Lisandra
Landrían Sifontes, quien con apenas 20 años, forma parte de la Unidad de
Vigilancia, Patrullaje y Protección de Matanzas, y es la única mujer patrullera
en la provincia y la más joven del país.
A ella la atracción
hacia las motos, le es casi genética, pues primero practicó ciclismo en la
Escuela de Iniciación Deportiva. Sin embargo, no fue hasta que participó en una
competencia en Ciego de Ávila y se acercó a una compañera patrullando que nació
la inspiración hacia el oficio.
“La miraba con interés,
me parecía una labor bonita y atractiva por su función social. Después tuve a
mi bebé, pero como mantenía los deseos de continuar vinculada a algo
relacionado con este deporte, me presenté en la Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria
de Varadero, entré a un curso y luego pasé la Academia de Policías.
“Allí me sucedió algo
curioso, el mismo día de la prueba final de Defensa Personal, mi niño se
enfermó y desaprobé, entonces tuve que esperar 40 días y volverme a presentar.
Vine directamente para esta Unidad y aprendí a manejar una moto en 24 horas,
solo me caí una vez en la escuela, y no fue nada grave solo me hice algunos
moretones”.
Aunque a veces la lejanía
entre el trabajo y la casa, constituyen reto diario, lo más difícil resulta el
trato con el público. “Todas las personas no tienen el mismo carácter y a nadie
le gusta que le pongan una multa. La mayoría de los conductores me respetan,
pero hay algunos que intentan propasarse.
“Una vez le puse una
multa a un muchacho y cuando le alcancé el documento para que lo firmara le
estampó debajo Te amo, ante esa situación no se libró de la penalidad, pues en
la vía no se juega. A veces me regalan flores, y hasta me dicen piropos, pero
solo lo veo bien si son de forma educada y no influyen en mi quehacer.
“En otras oportunidades
se han puesto agresivos y hasta me han empujado, a esos he tenido que
conducirlos hasta la Unidad y formular una denuncia, pero por lo general, ser
mujer no implica que no te respeten y admiren. Incluso la familia y mis
compañeros siempre me apoyan, son muy atentos conmigo, aunque todavía en pleno
siglo XXI hay quien se asombra al ver una patrullera”, añade.
De poco hablar, pero muy
responsable ante la misión que asume recuerda a quienes transitan por la vía,
sobre todo en los meses de verano, la importancia de observar las normas que
regulan el comportamiento vial: emplear el casco y cinturón de seguridad y no
ingerir bebidas alcohólicas, entre otras, que ayudan a evitar los accidentes
del tránsito.
A pesar de los
sacrificios que exige este quehacer, la joven agente del orden no descuida el
disfrute de algunos pasatiempos: ir a la playa, compartir con sus amigos en una
fiesta y practicar ejercicios para mantenerse en forma complementan su vida
diaria, la cual no se desliga de la profesión, pues en cualquier lugar hay que
mantenerse alertas para evitar negligencias.
Priii, priii, suena el
silbato y hace la seña que indica el alto. Ante la alerta se detiene el
vehículo, repite el procedimiento y sin nada que acotar continúa el circular del
motor por la calzada. Con prisa sube a la Suzuki, y en breves segundos se
confunde con la multitud que recorre la urbe, segura de que en cualquier
esquina Yanet protege sus pasos.
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