Quizás para aquellos que a diario recorren
los puentes Giratorio y José Luis Dubrocq, este 8 de abril sea un día más en el
calendario, que arrastrado por el ir y venir de la cotidianidad pase inadvertido.
Muy pocos tal ves notarán que los guardianes de la bahía cumplen ya 110 años de
fundados, más de una centuria de vigilia de La Atenas de Cuba.
Allí, inmóviles, han acompañado los lamentos
de los enamorados que buscan consuelo e inspiración en el mar, los tiempos de
calma, turbulencia o prosperidad de la urbe durante un siglo y el paso ágil o
cansado de quienes, con el propósito de acortar camino entre la vorágine de la
urbe y los barrios matanceros, encuentran refugio en su estructura.
Sorteando los caprichos de la Naturaleza,
emergen estos centenarios, máximos ejemplares del esplendor de una época,
trascendentes por su valor estético y funcionalidad, que los erige junto a sus
semejantes en símbolos de identidad.
Como longevos ancianos merecen respeto, ese
que le ha granjeado el prestigio de servir por más de un siglo a los yumurinos
y que solo se remunera con el cuidado constante y el eterno agradecimiento de
los moradores de su ciudad: la de los Puentes.
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