lunes, 9 de diciembre de 2013

Curiosos por oficio o beneficio



De pequeña fui una niña curiosa, preguntona, intranquila, de las que no pueden vivir sin saber el por qué de las cosas, de las que realizan el escrutinio diario a las frases de la maestra, de las que indagan cuando no entienden…
En más de una ocasión fui reprendida por alguna pregunta indiscreta. Según me cuentan mis padres mi edad del por qué se extendió mucho más allá de lo normal. Por suerte con los años va llegando la cordura, a algunas personas no a todas, y mis indagaciones fueron haciéndose más moderadas y ajustadas a los contextos en los que me desarrollaba. Después supe de una profesión en la que podía ganarme la vida preguntando y ¡bingo! comprendí que quería ser periodista.
Así hice mis primeras incursiones en el periodismo, muy incipientes en aquel entonces. Noticieros y periódicos comenzaron a formar parte de mi vida cotidiana. Empecé a seguir los que para mi fueron mis inaugurales ídolos de la prensa. Con Nelson Barrera y Gladys Rubio,  aprendí a conocer la profesión, e incluso me aventuré a redactar pequeñas notas.
En aquel momento no sabía que era objetividad, veracidad o inmediatez. Desconocía las normas mínimas de redacción y tampoco percibía con cuanta profundidad había que investigar los temas para llevar la exactitud al pueblo. No estaba al corriente de los aspectos técnicos, y aun con algunas limitaciones,  reconocía la verdad de mi Cuba en cada espacio informativo, me identificaba con cada historia contada por nuestra prensa.
Quizás por ello, quise tiempo después ser periodista, aventurarme al mundo de los curiosos por oficio, ese que te incita a comprometerte con la situación de tu tierra, identificarte con lo que les duele, explicar lo que les interesa, en pocas palabras escribir para ellos.
Así me inmiscuí en la travesía y aquí estoy, desde mi perspectiva de joven cubana, que aun no lo sabe todo, dando mis primitivos pasos en la difícil profesión. Tropezando, enfrentándome a fuentes complejas que monopolizan la información, tratando de llevar la inmediatez, ayudando a forjar desde la crítica constructiva una sociedad mejor, sin otra remuneración que la satisfacción del deber cumplido.
Tal vez por ello me duela tanto cuando enemigos del buen juicio y del consagrado oficio, pululan por ahí, tergiversando verdades, capaces de inventar las más viles mentiras para justificar su salario.   
Lastima presenciar cuadros absurdos lacerantes de la dignidad humana. “Periodistas independientes” y damas de blanco (con pespuntes verdes), reclutados entre lo más insano de la sociedad cubana, desconocedores de los principios, la ética o la objetividad periodística.
No en balde el gobierno de Estados Unidos destina anualmente millones de dólares para el financiamiento de estos grupúsculos, cuyo único objetivo consiste en desacreditar las conquistas de la Revolución Cubana y a sus líderes, esgrimiendo argumentos retrógrados con olor a dinero.
Nombres como Yoanis Sánchez y Martha Beatriz Roque han engrosado la selecta lista de voceras cubanas defensoras de la libertad de expresión, pero olvidan algo, la incoherencia de su estrategia discursiva y la reiterada oleada de mentiras fabricadas sobre la base de falsas palizas y agresiones mal contadas o de violaciones a los derechos humanos, ya no resulta atractiva, ni creíble para nadie, menos aun para la juventud y el pueblo cubano.
Quizás quienes por beneficio mancillan la honrosa misión de informar, no comprenden que más allá de carencias económicas, la dignidad no tiene precio. Por ello mis esperanzas no decaen. Conozco a jóvenes profesionales, nacidos y forjados al calor del crudo período especial, cuya prosa se levanta y conmueve. Jóvenes que estudiaron el pasado, viven el presente y construyen el futuro que anhelan.

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