jueves, 19 de diciembre de 2013

Lucha tu yuca...no,no,no



Esta conversación la han tenido varias veces. Yoelito no quiere seguir estudiando cuando culmine la secundaria. Dice que su futuro lo “lucha” él, no desea verse reflejado en el espejo de sus padres, que han sacrificado su vida y ¿qué tienen? Problemas eso sí, y un salario que si no es de los más bajos, tampoco les alcanza para mucho.
Sus progenitores son maestros y se sienten orgullosos de ello por el significado de su tarea para la sociedad. Aspiran a que su hijo se supere, si no quiere ir al pre o a la universidad, no importa, puede optar por un técnico medio, o trabajar honradamente. Pero los sueños del adolescente vuelan hacia otro destino. A él le apetece ser como Alain, quien nunca se ha “quemado tanto las pestañas” y vive del “invento.
Sus padres no se explican el comportamiento. Desde pequeño le inculcaron el amor al trabajo, el orgullo de vivir de lo que con sus manos crea, la honradez y la decencia, valores que ennoblecen y forjan a los hombres. Es difícil ver como el niño, pudo haber cambiado tanto. La “juntera con gente antisocial y sin oficio”, asegura el progenitor. Esa misma que tiene un pie aquí y otro en la cárcel, porque “quien vive de la ilegalidad”, lo hace con susto, le dice el padre.
El adolescente no quiere seguir otros ejemplos, a pesar de que conoce a miles de jóvenes que optaron por una profesión honrada, sin lujos ni acceso a lugares caros, pero que contribuyen con su esfuerzo diario al progreso de la sociedad, estimulados, más allá de la remuneración económica, por la satisfacción del deber cumplido y el amor a su tarea.
Las secuelas provocadas por el Período Especial calaron en los valores establecidos por la sociedad. La honestidad y la laboriosidad fueron relegadas por muchos, proliferó el individualismo, se deprimió la escala salarial, y las ilegalidades, hasta ese momento tan reprochables, pasaron a ser más toleradas.
Quizás por ello parezcan normales frases como “si no haces negocios, te mueres de hambre” o “lucha tu yuca”, todas como una justificación a la infracción y al hurto. Si bien es cierto que la retribución salarial resulta necesaria y que en muchos casos, no es suficiente para satisfacer nuestras carestías, estas conductas que alientan el desvío de recursos de la economía del país, ocasionan afectaciones al pueblo en general. Tal es el caso de los revendedores y acaparadores, quienes se benefician de productos confeccionados en el mercado estatal para luego ofertarlos a precios superiores.
Hoy no existen motivos para ganarse el sustento delinquiendo, el gobierno cubano ha propiciado una apertura para emprender de forma legal negocios que viabilicen los servicios, contribuyan a reanimar la economía del país y cuyos aportes se revierten en garantías sociales para la población. Mantener un alto status financiero no lo es todo, generalmente dentro de nuestro sistema social somos juzgados por otros valores y comportamientos que hablan de nuestra personalidad, dignidad, sentido de pertenencia y responsabilidad ante la vida.
Y las personas que viven al libre albedrío y del ocio, violando normas esenciales de civilidad,  ¿saben que pueden ser llevados ante un tribunal? Vivir del trabajo ajeno también es una conducta antisocial, por ello pueden ser procesados por Estado peligroso. Ya están advertidos, cuando alguien les diga que luchar su yuca es una buena opción, traten de transformarla en casabe, y de seguro tendrá un mejor sabor.

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