Con la nostalgia de volver a esperar un año
para que regrese el magno evento, despedimos los pocos cinéfilos que aun
apuestan por salir de casa para deleitarse con un buen filme, la 35 edición del
Festival de Cine Latinoamericano en Matanzas.
Esta vez la subsede matancera acogió la
puesta de una de esas películas que un ve y lo deja recordando pasajes de su
existencia, por la similitud que guarda con experiencias vividas, con sitios
conocidos o tal vez con algunos que quisiéramos conocer. Esto me sucedió con
Melaza, de Carlos Lechuga.
El filme aborda una etapa gris, experimentada
por muchos pueblos: el cierre de los centrales azucareros. Su argumento cuenta
la historia de una pareja que vive en las ruinas del batey Melaza, cuyo ingenio
fue paralizado tras la crisis que provocó la caída de los precios del azúcar a
nivel internacional. La trama me hizo revivir mi infancia.
Crecí al frente de un campo de caña, en un
pueblo de tradición azucarera. Para los habitantes de mi terruño cada zafra era
una fiesta. El ruido de las combinadas cortando la caña, el ir y venir de las
carretas que desbordadas dejaban caer pequeños trozos de cogollo, el olor a
melaza y guarapo que desprendía el central, constituían grandes acontecimientos
en el pueblecito de Pedro Betancourt, los únicos que ocurrían durante todo el
año.
Con la molida llegaba el ajetreo, los hombres
sudorosos y en ropa de trabajo apuraban el paso para llegar temprano al nuevo
turno, anunciado por el pitazo del central. Las mujeres en sus puertas los
despedían sonrientes deseándoles buenos augurios para la jornada.
Cuando el Cuba Libre abría sus puertas, otro
aire se respiraba en el pequeño y apartado batey, nadie quedaba en casa, todos
querían saber de planes, de producciones, de rendimiento…El eco ensordecedor
del central y el estruendo de las locomotoras eran música para todos los oídos.
Desde mi escuelita primaria cercana al
antiguo ingenio de los Tarafa, el cual pasó a manos del pueblo luego del
triunfo revolucionario del primero de enero, observaba el panorama. Junto a la
ventana distraída veía pasar cada carreta hacia los enormes trapiches.
¡Y qué decir de las fiestas! Ninguna como
aquellas, convocadas por los grandes religiosos para bendecir al central y
pedir a los orishas una buena molienda. Con las zafras llegaban los caramelos
de azúcar, las chambelonas, las raspaduras y el sabroso guarapo que te endulza
la vida…
Todavía recuerdo con pesar aquel año en que
llegó la noticia. El Cuba Libre no molerá en esta zafra. A muchos se les encogió
el corazón, los más optimistas albergaron la esperanza de volverlo a ver moler,
los pesimistas con un cuño en la mano sellaron su destino, “ese no muele más”,
dijeron.
El rumor corrió como la pólvora, hasta que se
hizo oficial. Comenzó el desmantelamiento y con él a doler el corazón de todo
un pueblo. Hubo quien se aferró bien duro a una pieza y muchos recogieron
tornillos y tuercas con la nostalgia reprimida.
En aquella etapa aun era una niña, no
comprendía de cierres o paralizaciones, crisis, bajos precios, o su repercusión
para la economía del país, pero me dolía la tristeza, esa que se hace más
fuerte cuando cae la noche y a lo lejos no escuchas el murmullo familiar.
El tiempo pasó y hoy mi batey no es el mismo,
de lo que fue el Cuba Libre solo queda el armazón, sus dos torres, su gran
almacén de azúcar, y un enfriadero, convertido en piscina como parte de un plan
de reanimación de los bateyes.
También queda esa añoranza que aun duele en
muchas almas, esa misma que siento aun lejos cuando los símbolos de un filme me
recuerdan el olor a melaza.
El cuba libre destruido como lo fueron cientos de centrales muchos bateyes hoy estan como tu batey desolado como perdido en la historia con el engano que el precio del azucar bajo eso no fue cierto el precio del azucar subio y brasil se vio muy agradecido con el devacle de la economia cubana al desaparecer el campo socialista y cuba no tener recursos para fabricar azucar de calidad con canaverales de manigua no se fabrica azucar y centrales sin piezas de respuesto lo insospechable es que nadie se quejo por esos cierres quedando sin trabajo miles y miles de hombres y mujeres .la numero uno en azucar se esfumo la destruyeron
ResponderEliminarPor suerte la industria azucarera cubana tiene ansias de recuperación. Hace algunos día visité la EPICA y es uno de los centros de investigación para la caña de azúcar con grandes resultados en el desarrollo de variedades de caña, y un amplio programa de asesoramiento a los agricultores y campesinos, Quienes allí laboran hacen un trabajo loable, y creen que hay que mejorar el rendimiento industrial y capacitar al personal que labora en los centrales azucareros porque caña si hay en Matanzas, lo que se necesita es mejorar la eficiencia.
ResponderEliminarQuerida Jessica en Matanzas desde el 88 no hay caña el valle de guamacaro uno de los mejores en rendimiento esta lleno de manigua la ultima zafra que se dio Buena alli No recuerdo el nombre del centralito fue en 76 despues se molia cogoyo y manigua se quemaban 6 campos de caña se cortaban en un dia y 4 carretas lo cargaban no te dejes engañar la zafra en cuba se recuperara claro pero en 10 años si es verdad que se trabaja en ello y no sea una infladera mas cuba invirtio en la capacitacion de los dirigentes cientos miles de tecnicos medios y ingenieros agricolas donde estan esas gentes.Cual es la fabrica que queda en Matanzas todo se derrumbo como la cancion y los que la derrumbaron los que derrumbaron la revolucion estan aun dirigiendola y diciendole al pueblo que estan corrigiendo lo mal hecho y que todo marcha bien ES MI OPINION CLARO
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