martes, 10 de diciembre de 2013

Derechos Humanos también para la niñez



Gabriela es mi vecinita, es una niña despierta, alegre y muy inteligente. Con sus dos añitos, ya conoce a Fidel, al Che y a Chávez. Aunque quizás sus escasos años no le permitan comprender que estos hombres marcaron pautas dentro de la historia de América Latina, la emoción con que habla de ellos y recita los versos en los que han quedado inmortalizados, me parece que comprende que son paradigmas del pueblo cubano.
Así se lo enseñaron en su círculo infantil Esperanza de América, y de esa forma me lo contó a mí, que enmudecí ante la frágil figurita de rostro sonriente que con su lenguaje gracioso me declamaba como “dos goticas de aguas claras cayeron sobre sus pies”.
Gaby, como cariñosamente la llamamos en el barrio, tal vez no sabe que vive en Cuba, ni conoce de la grandeza de un sistema social que garantiza de forma gratuita la educación, la salud y defiende los derechos de los niños, a pesar del alto costo que representa para la Isla un bloqueo económico que duele en sus espaldas. La chiquilla solo percibe que es feliz y nada más la incomoda.
Mi vecinita desconoce los desesperos provocados por el hambre y el frío de deambular en las noches. Por ahora se entrega a sus juegos y ríe traviesa ante las maldades que le hace a la seño, quien se esmera por enseñarle los colores, las figuras geométricas y a respetar las normas básicas de convivencia formadas desde tempranas edades.
Mi pequeña niña, es ingenua y no sabe que el gobierno cubano exige y promueve el respeto hacia los cuidados y protección merecidos por infantes como ella, para su desarrollo físico, mental, individual y espiritual, en un marco de amor y comprensión.
Tampoco imagina aunque es partícipe de ello, que aseguran su pleno derecho a la educación, favoreciendo su cultura general en pos de fortalecer y desarrollar sus aptitudes, juicio individual y responsabilidad moral y social.  Para ello, el Estado invierte cuantiosos recursos y capital humano, en aras de abonar los medios de enseñanza, uniforme escolar y abastecimiento alimentario que permita su sano aprendizaje y esparcimiento.
Por eso cuando me mira y me explica que Fidel quiere mucho a los niños, solo puedo ver reflejado en sus ojos la luz de toda una obra de 50 años, que habla de dedicación, compromiso, respeto y amor, una obra que ya cala hasta en los pequeños huesitos de una niña que está aprendiendo a hablar.

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