Ya lo advertía nuestro Comandante en Jefe
Fidel Castro en 1992 durante la celebración de la que trascendería como Cumbre
de la Tierra, efectuada
en Río de Janeiro: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la
rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el
hombre”.
No se
equivocaba el líder histórico al avizorar los peligros que sobre la humanidad
se cernían. Desde entonces, no se ha avanzado lo necesario en el orbe en pos de
aunar voluntades para salvar el entorno natural donde estamos obligados a
convivir.
Quizás por ello
cuando cada año se acerca el 5 de junio, fecha instituida desde 1972 por la Asamblea General
de las Naciones Unidas para celebrar el Día
Mundial del Medio Ambiente, comience el revuelo en el globo terráqueo, en
torno al desarrollo de actividades y estrategias para concientizar sobre la conservación
de los ecosistemas, tarea que debería hacerse extensiva a todo el año.
En la
actualidad el reto que enfrenta la humanidad es grande. Motivar a los gobiernos, empresas y distintas
comunidades del mundo a que emprendan medidas para asegurar la capacidad del
Planeta de sostener a las generaciones futuras y garanticen un desarrollo
sostenible y equitativo, constituye la misión principal.
Cuba avanza hoy en la protección y
aprovechamiento racional de sus recursos naturales, en la promoción de una
cultura ambiental responsable y en la implementación de políticas encaminadas a
desarrollar estrategias que minimicen los efectos del cambio climático.
Matanzas resulta una de las regiones
más vulnerables del archipiélago ante este proceso, de ahí que resulte esencial
extremar las precauciones en aras de revertir sus consecuencias. Fomentar en
empresas y población en general ejercicios que ayuden a aminorar la
contaminación ambiental, promuevan el reciclaje y protejan las zonas costeras
constituyen acciones concretas.
A nadie asiste
el derecho de destruir lo que nos ofrece la Naturaleza. En su
preservación a largo plazo radica la supervivencia de nuestra especie, por
ello, todo empeño que se ponga en ese sentido no debe limitarse a una
celebración, más bien debería constituir práctica cotidiana.
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