Sueños,
deseos de progresos, igualdad y prosperidad económica han sido por siglos anhelos de los pueblos latinoamericanos, que
hoy tras un renacer político evidenciado en cambios y transformaciones sociales
a lo largo del continente, vuelven a confiar en un futuro más próspero.
Una época
fecunda se tiende sobre la Patria Grande.
Desde el Río Bravo hasta la
Patagonia se mueve la América toda. De ataduras colonialistas se
liberan nuestros pueblos, guiados por los nuevos aires de lucha contra la
pobreza y la desigualdad.
Hoy se
rebelan los sueños de Bolívar y Martí, como motor impulsor de cientos de planes
de colaboración dirigidos a garantizar el crecimiento
económico de la región con equidad y justicia social. Factores que a corto
plazo permitan alcanzar y mantener un desarrollo sostenible que afiancen la
posición internacional del continente, en aras de que sean respetados y
promovidos los intereses lationoamericanos.
Desterrar
el hambre y la incultura, acentuar las bases para eliminar la dependencia
económica de los sistemas mundiales, hacer de la cooperación y la solidaridad
entre los países de la zona una premisa constituyen una constante para los
líderes aquí reunidos.
Trazar
definitivamente la ruta a seguir por las 33 naciones que conforman la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) deviene el principal reto de esta II
Cumbre.
Grandes
resultan las expectativas creadas en el continente tras esta Cumbre y más aún
las generadas a escala mundial. El compromiso es infinito, eliminar el
servilismo y la dependencia y avanzar en la unidad. Ya lo decía el presidente
ecuatoriano Rafael Correa, en su intervención de ayer: “Nuestra América tiene que sacudirse de todo
neocolonialismo…Tenemos un arma: la verdad… Los dobles estándares cunden por
doquier: la única forma de protegernos del orden mundial tan injusto, es la
integración.”
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