"En Cuba somos iguales ante la ley,
pero tenemos una construcción
de género que nos hace muy desiguales”.
Julio César González Pagés
Maya tiene un año y ya ha comenzado a pronunciar sus primeras palabras. Aunque en ocasiones hay que desentrañar el misterio de alguna que no articula bien, los que la conocen siempre acuden a Manuel, su padre, quien como por arte de magia o quizás por el tiempo que pasan juntos, aclara el enigma del vocablo.
Para
la niña el padre siempre ha estado ahí, desde los cinco meses, cuando
Yaima, su mamá, tuvo la necesidad de incorporarse a las obligaciones
laborales porque ella constituye el sostén económico de la familia.
Entonces ambos decidieron que Manuel quedaría en casa cuidando de la
pequeña, bajo el amparo del Decreto Ley 234 de Maternidad de la
Trabajadora, que respalda la licencia de paternidad. Y desde ese momento
el amor de sus dos progenitores no le ha faltado.
Como
Manuel y Yaima, otros han sido los casos acogidos a la disposición, la
cual concede a los padres cubanos la igualdad de derechos para obtener
una licencia laboral y atender a sus hijos durante su primer año de
vida. Una vez transcurrida las etapas de licencia posnatal y de
lactancia materna, ambos progenitores pueden definir quien se ocupará de
atender al menor durante el período.
Para
muchos resulta contradictorio este tipo de disposiciones, añadiendo
concepciones preestablecidas, retrógradas y machistas, que conciben un
modelo de familia en el que la mujer constituye el ente responsable de
la crianza de los hijos dentro de la sociedad y el hombre el único
proveedor económico del hogar.
La
paternidad aun no se imagina como parte de las actividades de los
hombres, abarcando, en ocasiones este concepto, el sustento monetario de
la familia y las relaciones con los hijos durante el tiempo libre.
Pero
las leyes no son las encargadas de limar las asperezas que aún
persisten dentro de la sociedad. Los prejuicios establecidos, la
creación de estereotipos históricamente instituidos y el desconocimiento
de las legislaciones vigentes, componen algunas de las causas
fundamentales de la baja aceptación de esta norma jurídica dentro de
algunas familias, según revelan estudios realizados en la provincia de
Pinar del Río.
Tanto
la maternidad como la paternidad son “construcciones socio culturales”
que han sufrido modificaciones desde hace varias décadas, debido a temas
económicos, pero también a la democratización y progreso de la
sociedad, por los cuales las mujeres se insertan cada vez más en la
agenda pública, aunque sin aislarse de los compromisos domésticos y
familiares que les impiden, en ocasiones, desenvolverse en un contexto
de igualdad.
Con
la implementación de esta ley no se trata de despojar a las mujeres del
cuidado de sus hijos, sino que se ofrecen nuevas posibilidades de
igualdad social que permiten a las féminas delegar responsabilidades e
incorporar desde otra perspectiva a los padres al cuidado de los hijos.
Pero
no basta con el trabajo de los medios de comunicación masiva, ni el rol
desempeñado por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en la
divulgación de estos mecanismos, falta que hombres y mujeres
interioricen los beneficios que concibe la disposición jurídica, que más
allá de procurar oportunidades, valoriza el papel de la paternidad
responsable dentro de la sociedad.
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