Fotos: Abel Álvarez Montes de Oca y Ramón Pacheco.
Son las cinco de la tarde en la ciudad. Un
ómnibus se detiene en la parada y algunos estudiantes lo abordan. El ruido
resulta notable, unos gritan, otros se ríen, incluso alguno entona el
estribillo de una canción de moda.
La molestia de los pasajeros se refleja en
sus rostros y mascullan bajito la inconformidad por tener que aguantar tanto
alboroto después de una jornada de trabajo.
Llega la medianoche en un barrio de la
periferia de la ciudad, los vecinos intentan dormir pero, de pronto, los
despierta el escándalo de unos jóvenes que regresan de fiesta gritando
improperios a toda voz.
Actitudes como las anteriores determinan que
algunos afirmen enfáticamente que en la juventud han desaparecido los valores.
Sin embargo, ¿solo los jóvenes asumen posturas como las anteriormente
descritas? ¿Realmente no darán importancia a los preceptos que nuestra sociedad
siempre ha ponderado?
LLAMADO DE ALERTA
Pulula la visión de que la juventud de la Cuba de hoy anda por la
existencia a toda velocidad y con los audífonos puestos, enajenados de la
realidad y de sus raíces. Tal preocupación toma fuerza en un escenario en que se
analizan las secuelas que el Periodo Especial dejó en el terreno de los valores,
y cómo revertirlas cuando se busca perfeccionar el modelo económico cubano sin
renunciar a los principios socialistas.
Sobre los valores se ha escrito y debatido
mucho desde diversas disciplinas. Entre las múltiples definiciones se encuentra
la que los concibe como principios de conducta que dan sentido a la vida,
determinando la autorrealización, el progreso y el redimensionamiento humano.
Alfonso Alonso Frankis, Doctor en Filosofía y
profesor titular de la
Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos (UMCC) considera
que reflejan “todo el acervo de los principales logros, que desde el punto de
vista de la buena conducta o las maneras de conducir la moral, existen en un
momento histórico y devienen en patrones que pueden generalizarse. Sus
manifestaciones están diseminadas en todas las dimensiones de la vida social.
En dependencia de la identidad nacional, la cultura o las tradiciones, en cada
sociedad se les da un orden jerárquico diferente.”
Un llamado de alerta sobre nuestro contexto realizó
el presidente cubano Raúl Castro Ruz cuando ante la Asamblea Nacional,
el 7 de julio de este año, expresó: “Hemos percibido con dolor (…) el
acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia,
la vergüenza, el decoro, la honestidad y la sensibilidad ante los problemas de
los demás (…) Todo esto sucede ante nuestras narices sin concitar la repulsa y
el enfrentamiento ciudadanos.”
EL VASO MEDIO LLENO
La preocupación por la inserción en la vida
social y política de quienes comienzan a vivir constituye una preocupación
universal. Los más pesimistas solo ven el vaso medio vacío. Consideran que el
futuro de las naciones se encuentra perdido debido a que los estudiantes viven
pendientes del teléfono móvil, las actualizaciones en Facebook y el último
romance del actor de moda; leen poco y se muestran apáticos ante las historias
de sus pueblos.
No obstante, tales actitudes enajenadas no
describen al total de los jóvenes que hoy habitan el planeta. Hay que contar
con los comprometidos, con los que luchan, con los que crean. Por supuesto, sus
discursos son diferentes, como disímiles resultan las formas en que construyen
la amistad o las relaciones de pareja y en que consumen y reproducen la
información. Como en todas las épocas, la juventud impulsa el progreso y marca
puntos de ruptura.
Ser sincera con una misma, mantenerse firme
en los principios, estar informada de cómo debe ser la sociedad y formarse un
criterio propio de lo que está bien o mal, constituye prioridad para la estudiante
universitaria Sulaimi León Solar. Mientras que el joven profesor de la UMCC Damián Castillo
Figueroa considera que las difíciles condiciones económicas no constituyen
excusa para obviar las más elementales normas de cortesía y convivencia. La
mayoría de los entrevistados sostuvo como valores esenciales la lealtad y la
honestidad.
JUVENTUD ENCONTRADA
De generación en generación, casi como una
práctica ha sobrevivido la ya trillada frase que subvalora y mancilla el papel
de los jóvenes dentro de la sociedad. “La juventud está perdida”, comentan los
más viejos, que parecieran no recordar lo que comentaban sus abuelos sobre
ellos.
Lo cierto es que si nos remitimos a la
historia de Cuba veremos a los jóvenes como una de las fuerzas motrices que han
impulsado el proceso revolucionario. Lo
hicieron en las luchas por la independencia, durante los duros años treinta o
en 1953 cuando no dejaron morir las ideas del Apóstol.
Si bien muchos defienden en el presente el
errado criterio, otros apuestan por la fortaleza de este segmento, “Los jóvenes
siempre han estado ahí, a la vanguardia de las grandes revoluciones, porque
representan progreso, avance, ideas frescas, y no tienen miedo a revelarse
contra lo dogmático”, explica Pedro Luis Acevedo Cárdenas, licenciado en
Derecho.
Con una mirada crítica hacia los problemas
que hoy afronta la juventud, Orlando Santos Pérez, estudiante de la Universidad de
Matanzas, explica: “la juventud está encontrada, porque hemos sabido dar un
salto cualitativo con respecto a criterios de épocas anteriores, y estamos ahí
en la batalla por la liberación de los Cinco, en el Servicio Militar y donde
haga falta. La existencia de una minoría que sea apática e indiferente, no
significa que sea la mayoría, y estos comportamientos han existido en todas las
épocas”.
No se trata de generalizar conductas
presentes en determinados estratos, incluso en personas adultas. Las malas
prácticas no pueden identificarse solamente con los jóvenes, pues si bien
existen algunos que hacen de ellas una constante, buena parte están insertados
dentro de la obra social de la
Revolución, en la producción y los servicios, en obras de
transformación social, asumiendo posturas críticas, responsabilidades dentro
del proceso, superándose o inmersos en la construcción del nuevo modelo
económico cubano.
ESPEJO… ¿EMPAÑADO?
Resulta frecuente escuchar como muchos padres
culpan a los maestros de la inapropiada conducta de sus hijos, obviando que los
buenos hábitos se adquieren desde tempranas edades en un círculo social reducido
durante la niñez y más amplio en la adolescencia y la juventud, en el cual el
hogar, la escuela y la comunidad, son los máximos responsables de la formación
y reafirmación de valores.
La familia en su doble papel de institución y
núcleo humano afectivo adquiere un rol protagónico en la crianza, educación y
formación del carácter desde los niveles primarios, donde se comienzan a
adquirir las lecciones básicas de amor, solidaridad y respeto, de ahí la
importancia de que los niños crezcan en hogares funcionales y comunicativos.
La jurista María Esther Alfonso Muñoz
considera que hoy “la familia debe jugar un papel más preponderante en la
educación y formación de valores en los jóvenes, en la transmisión de reglas
elementales para lograr el respeto y no convertirse en cómplices o ser reflejo
de actitudes negativas y deformadoras”.
Similar tarea toca a las instituciones
docentes, quienes de conjunto con la familia deben fomentar la reafirmación de
estos valores e incorporar nuevos comportamientos desde el plano educativo,
brindando las herramientas morales y éticas que posibilitan una inserción
adecuada de los niños a la sociedad.
Igualmente a los medios de comunicación
corresponde un importante papel en la formación de patrones y modos de actuar
dentro del segmento juvenil, pues sus mensajes condicionan maneras de
conducirse y opiniones que influyen en la percepción de la realidad y en el
desarrollo de la conciencia individual.
HAY QUE CONTAR CON ELLOS
Debe convertirse en práctica cotidiana lograr
una mayor imbricación y trabajo de conjunto entre los sectores de la comunidad,
la familia y la escuela, con el fin de ofrecer a las nuevas generaciones las
vías para fortalecer su cultura y educación, así como aprehender las normas
adecuadas de convivencia que les permitan su inserción y promuevan la
responsabilidad social.
Hoy gran parte de la juventud cubana es
consecuente con los valores y principios elementales heredados y cultivados
durante siglos por nuestros antecesores; a la luz de la contemporaneidad
adquiere modernos códigos comunicativos, manifestaciones y modos de expresión e
incorpora estilos propios de reinterpretar y asimilar el contexto que la rodea.
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