viernes, 25 de octubre de 2013

¿A toda velocidad y con los audífonos puestos?

Por Jessica Acevedo Alfonso y Yeilén Delgado Calvo
Fotos: Abel Álvarez Montes de Oca y Ramón Pacheco.



Son las cinco de la tarde en la ciudad. Un ómnibus se detiene en la parada y algunos estudiantes lo abordan. El ruido resulta notable, unos gritan, otros se ríen, incluso alguno entona el estribillo de una canción de moda.
La molestia de los pasajeros se refleja en sus rostros y mascullan bajito la inconformidad por tener que aguantar tanto alboroto después de una jornada de trabajo.
Llega la medianoche en un barrio de la periferia de la ciudad, los vecinos intentan dormir pero, de pronto, los despierta el escándalo de unos jóvenes que regresan de fiesta gritando improperios a toda voz.
Actitudes como las anteriores determinan que algunos afirmen enfáticamente que en la juventud han desaparecido los valores. Sin embargo, ¿solo los jóvenes asumen posturas como las anteriormente descritas? ¿Realmente no darán importancia a los preceptos que nuestra sociedad siempre ha ponderado?
LLAMADO DE ALERTA
Pulula la visión de que la juventud de la Cuba de hoy anda por la existencia a toda velocidad y con los audífonos puestos, enajenados de la realidad y de sus raíces. Tal preocupación toma fuerza en un escenario en que se analizan las secuelas que el Periodo Especial dejó en el terreno de los valores, y cómo revertirlas cuando se busca perfeccionar el modelo económico cubano sin renunciar a los principios socialistas.
Sobre los valores se ha escrito y debatido mucho desde diversas disciplinas. Entre las múltiples definiciones se encuentra la que los concibe como principios de conducta que dan sentido a la vida, determinando la autorrealización, el progreso y el redimensionamiento humano.
Alfonso Alonso Frankis, Doctor en Filosofía y profesor titular de la Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos (UMCC) considera que reflejan “todo el acervo de los principales logros, que desde el punto de vista de la buena conducta o las maneras de conducir la moral, existen en un momento histórico y devienen en patrones que pueden generalizarse. Sus manifestaciones están diseminadas en todas las dimensiones de la vida social. En dependencia de la identidad nacional, la cultura o las tradiciones, en cada sociedad se les da un orden jerárquico diferente.”
Un llamado de alerta sobre nuestro contexto realizó el presidente cubano Raúl Castro Ruz cuando ante la Asamblea Nacional, el 7 de julio de este año, expresó: “Hemos percibido con dolor (…) el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honestidad y la sensibilidad ante los problemas de los demás (…) Todo esto sucede ante nuestras narices sin concitar la repulsa y el enfrentamiento ciudadanos.”
EL VASO MEDIO LLENO 
La preocupación por la inserción en la vida social y política de quienes comienzan a vivir constituye una preocupación universal. Los más pesimistas solo ven el vaso medio vacío. Consideran que el futuro de las naciones se encuentra perdido debido a que los estudiantes viven pendientes del teléfono móvil, las actualizaciones en Facebook y el último romance del actor de moda; leen poco y se muestran apáticos ante las historias de sus pueblos.
No obstante, tales actitudes enajenadas no describen al total de los jóvenes que hoy habitan el planeta. Hay que contar con los comprometidos, con los que luchan, con los que crean. Por supuesto, sus discursos son diferentes, como disímiles resultan las formas en que construyen la amistad o las relaciones de pareja y en que consumen y reproducen la información. Como en todas las épocas, la juventud impulsa el progreso y marca puntos de ruptura.
Ser sincera con una misma, mantenerse firme en los principios, estar informada de cómo debe ser la sociedad y formarse un criterio propio de lo que está bien o mal, constituye prioridad para la estudiante universitaria Sulaimi León Solar. Mientras que el joven profesor de la UMCC Damián Castillo Figueroa considera que las difíciles condiciones económicas no constituyen excusa para obviar las más elementales normas de cortesía y convivencia. La mayoría de los entrevistados sostuvo como valores esenciales la lealtad y la honestidad.
JUVENTUD ENCONTRADA
De generación en generación, casi como una práctica ha sobrevivido la ya trillada frase que subvalora y mancilla el papel de los jóvenes dentro de la sociedad. “La juventud está perdida”, comentan los más viejos, que parecieran no recordar lo que comentaban sus abuelos sobre ellos.
Lo cierto es que si nos remitimos a la historia de Cuba veremos a los jóvenes como una de las fuerzas motrices que han impulsado el  proceso revolucionario. Lo hicieron en las luchas por la independencia, durante los duros años treinta o en 1953 cuando no dejaron morir las ideas del Apóstol.
Si bien muchos defienden en el presente el errado criterio, otros apuestan por la fortaleza de este segmento, “Los jóvenes siempre han estado ahí, a la vanguardia de las grandes revoluciones, porque representan progreso, avance, ideas frescas, y no tienen miedo a revelarse contra lo dogmático”, explica Pedro Luis Acevedo Cárdenas, licenciado en Derecho.
Con una mirada crítica hacia los problemas que hoy afronta la juventud, Orlando Santos Pérez, estudiante de la Universidad de Matanzas, explica: “la juventud está encontrada, porque hemos sabido dar un salto cualitativo con respecto a criterios de épocas anteriores, y estamos ahí en la batalla por la liberación de los Cinco, en el Servicio Militar y donde haga falta. La existencia de una minoría que sea apática e indiferente, no significa que sea la mayoría, y estos comportamientos han existido en todas las épocas”.
No se trata de generalizar conductas presentes en determinados estratos, incluso en personas adultas. Las malas prácticas no pueden identificarse solamente con los jóvenes, pues si bien existen algunos que hacen de ellas una constante, buena parte están insertados dentro de la obra social de la Revolución, en la producción y los servicios, en obras de transformación social, asumiendo posturas críticas, responsabilidades dentro del proceso, superándose o inmersos en la construcción del nuevo modelo económico cubano.
ESPEJO… ¿EMPAÑADO?
Resulta frecuente escuchar como muchos padres culpan a los maestros de la inapropiada conducta de sus hijos, obviando que los buenos hábitos se adquieren desde tempranas edades en un círculo social reducido durante la niñez y más amplio en la adolescencia y la juventud, en el cual el hogar, la escuela y la comunidad, son los máximos responsables de la formación y reafirmación de valores.
La familia en su doble papel de institución y núcleo humano afectivo adquiere un rol protagónico en la crianza, educación y formación del carácter desde los niveles primarios, donde se comienzan a adquirir las lecciones básicas de amor, solidaridad y respeto, de ahí la importancia de que los niños crezcan en hogares funcionales y comunicativos.
La jurista María Esther Alfonso Muñoz considera que hoy “la familia debe jugar un papel más preponderante en la educación y formación de valores en los jóvenes, en la transmisión de reglas elementales para lograr el respeto y no convertirse en cómplices o ser reflejo de actitudes negativas y deformadoras”.
Similar tarea toca a las instituciones docentes, quienes de conjunto con la familia deben fomentar la reafirmación de estos valores e incorporar nuevos comportamientos desde el plano educativo, brindando las herramientas morales y éticas que posibilitan una inserción adecuada de los niños a la sociedad.
Igualmente a los medios de comunicación corresponde un importante papel en la formación de patrones y modos de actuar dentro del segmento juvenil, pues sus mensajes condicionan maneras de conducirse y opiniones que influyen en la percepción de la realidad y en el desarrollo de la conciencia individual.
HAY QUE CONTAR CON ELLOS
Debe convertirse en práctica cotidiana lograr una mayor imbricación y trabajo de conjunto entre los sectores de la comunidad, la familia y la escuela, con el fin de ofrecer a las nuevas generaciones las vías para fortalecer su cultura y educación, así como aprehender las normas adecuadas de convivencia que les permitan su inserción y promuevan la responsabilidad social.
Hoy gran parte de la juventud cubana es consecuente con los valores y principios elementales heredados y cultivados durante siglos por nuestros antecesores; a la luz de la contemporaneidad adquiere modernos códigos comunicativos, manifestaciones y modos de expresión e incorpora estilos propios de reinterpretar y asimilar el contexto que la rodea.

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