Para nadie resulta novedad que en los últimos
tiempos los problemas no se resuelven como hace unos años atrás. Usted pensará
que es lógico, porque vivimos en una sociedad moderna, versátil, signada por la
influencia de las nuevas tecnologías en la forma de actuar, comportarse y
pensar de las personas.
Pero no es a contrariedades cotidianas, como
cambiar una máquina de escribir, por un teclado de computadora, a lo que hago
alusión. Más bien me refiero a la naturalidad con que presenciamos y hasta nos
hacemos cómplices de lo mal hecho.
Hace unos días llegó mi novio protestando a
casa. Al indagar por las causas de su disgusto me comentó lo acontecido durante
su trayecto desde la
Universidad de Ciencias Médicas hasta la Catedral. La guagua
estaba llena y en una de las paradas la abordó una muchacha con un niño en
brazos. La joven pidió de favor le cedieran un puesto. Nadie respondió al
llamado, a pesar de que la mayoría de las sentadas eran mujeres. Del mutismo se
hicieron eco los pasajeros y solo ante el reclamo de quiénes viajaban de pie,
una señora accedió cargar al infante.
Me dolió la historia, aunque no me asombró.
Desgraciadamente, la indolencia, la tolerancia y la falta de educación pululan
en Cuba, aunque la generalidad de sus habitantes no protagonice, ni comparta
estas conductas. Aun así resulta frecuente escuchar cómo los códigos
comunicativos cambian y se acentúan. Ya para muchos una malversación, es igual
a “luchar porque la situación está difícil y hay que sobrevivir”. Un riña
dentro de un centro recreativo, no resulta una indisciplina social, es una
forma del aludido de responder al desagravio y “defender su hombría”.
Evidentemente, muchas cosas andan mal y no es
un secreto para nadie. La permisibilidad de instituciones, organismos y cubanos
en general pasan por la impunidad, la desobediencia y la carencia de recursos
económicos, convertida en la principal excusa de los malhechores para lucrar
con los bienes del pueblo.
Hoy son comunes en el territorio los delitos
contra el patrimonio (hurto y robo con fuerza), las infracciones contra la vida
y la integridad corporal, el sacrificio de ganado y los hechos de corrupción.
En el territorio yumurino como en todo el país, está creada la estructura
institucional para enfrentar las ilegalidades. Fiscalías y Tribunales, de
conjunto con el Ministerio del Interior, constituyen autoridades en materia de
detectar, investigar y juzgar estos comportamientos delictivos.
Según aclara Odilia Casallas García, fiscal
jefa del departamento de Procesos Penales en la provincia, constituyen delitos
priorizados para el órgano los asociados a la corrupción, el uso ilícito de
drogas, el hurto y sacrificio de ganado, las indisciplinas sociales, los hechos
contra agentes de la autoridad y la sustracción de cables, angulares y traviesas
del sistema ferroviario, infracciones juzgadas con mayor severidad.
Pero, el inmovilismo que cala en gran parte
de la población y no rige ninguna ley, porque comienza por respetar las normas
mínimas de civilidad y respeto a la convivencia, a ese ¿quién lo para? Empecemos
por releer y asimilar las palabras de Raúl, cuando nos llamara a todos los
“cubanos dignos, que son la mayoría”, a enfrentar de modo enérgico las
tendencias hacia el menoscabo de valores, perforadores de la seguridad social.
Somos un pueblo culto, no nos quedemos inertes, comencemos por replantearnos
nuestro papel dentro de la comunidad.
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