“La no violencia es la mayor fuerza a la
disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más poderosa
concebida por el ingenio del hombre”. Mahatma Gandhi
Cuando la barbarie anda suelta, los seres
humanos parecemos inmunes a tanta crueldad. A veces resulta tan fácil percatarse
de cuánta brutalidad nos rodea que se vuelve aterrador. Hace algunos días mientras
consultaba varios artículos en internet, encontré una noticia que parecía
insólita, típica de una película de terror.
Un titular anunciaba las estadísticas
reveladas por recientes estudios de la Organización Mundial
de la Salud, los
cuales exponían, sin ningún tapujo, que en Bosnia y Herzegovina en los últimos
años habían sido abusadas sexualmente entre 20 mil y 60 mil mujeres, la mayoría
de ellas musulmanas.
A continuación una nota informaba sobre el
fallecimiento de una anciana de 92 años en el Hospital Clínico de Valencia,
donde se encontraba internada en estado grave tras ser agredida con un arma
blanca por su ex pareja, un hombre de 86.
En páginas siguientes, otras referencias
también alarmantes, alertaban sobre la creciente ola de violencia que se extiende
por el mundo: niñas asesinadas por padres desequilibrados, infantes baleados en
plena calle o incluso en sus centros de estudio, videojuegos violentos
incitando al terror, conflictos que comienzan, fundados en vagas sospechas y
sin respeto alguno a la libre autodeterminación de los pueblos, guerras,
destrucción, insulsas miserias del espíritu humano.
Justificaciones vacías amparaban estas
conductas, escudadas tras la incierta máscara de convivir bajo los efectos de
una era convulsa, regida por un atroz desarrollo industrial y tecnológico; una
etapa moderna, gobernada por hombres que barren con la sensibilidad del ser, a
los que la humanidad cuestiona la entrega de un Premio Nobel de la Paz.
¡Qué insulto a la memoria de grandes, como
Mahatma Gandhi, quien muriera, sin recibir dicho reconocimiento, tras ser nominado
en cinco ocasiones! El padre de la
India nos legó su ejemplo, una historia de amor y respeto a
su pueblo, de lucha social sustentada en el rechazo a las armas y en los
principios de la no violencia y la resistencia pasiva contra la dominación
extranjera, de la que fueron muestra sus dieciséis ayunos.
Gandhi fue guía y maestro del movimiento
nacionalista en su tierra. En la historia de la India aparecen recogidas sus
hazañas, sus protestas contra las leyes de los monopolios de la sal, su marcha
simbólica durante tres semanas por el respeto a los derechos más elementales
del hombre.
El pacifista fue reivindicado por la
historia, finalmente, cuando en junio de
2007 la Asamblea
General de las Naciones Unidas, decidió declarar el 2 de
octubre, fecha de su nacimiento, como el Día Internacional de la No Violencia.
En este marco varios países aprovechan la
ocasión para recordar al líder indio y la pertinencia del estudio de su
filosofía en la actualidad, a través de la divulgación de mensajes reflexivos
sobre una cultura de paz, diálogo, tolerancia, comprensión y no violencia.
Es una oportunidad para apalear en cierta
forma las secuelas físicas y sicológicas provocadas por la agresividad, de tender
la mano a aquellas personas que sufren maltratos para que rompan el silencio y
busquen ayuda especializada, y de alertar a los Estados sobre la implementación
de mecanismos que erradiquen la institucionalización de la violencia,
garantizando la seguridad ciudadana.
Pero esta conmemoración no debe
circunscribirse a un día o espacio, la humanidad precisa que cada uno desempeñe
su papel, ese que llama a la construcción pacífica de la sociedad, a sembrar
valores en las nuevas generaciones, a identificar las conductas violentas y extremar
las acciones preventivas, a promover en todo sentido el respeto pleno a la
dignidad humana.
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